50. Creo que estoy listo.

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Maratón 1/3

Narra Alex: El viernes había llegado, el cumpleaños de Nara tendría lugar en su casa. Leo le había pegado la costumbre de tener una fiesta de disfraces, así que Amber y yo decidimos combinar los nuestros, yo sería un marinero y ella una sirena. Realmente me emociona ver ese disfraz, ya que siempre quise verla de sirena.

Apenas salí del trabajo volví al departamento, pues quiero pasar el mayor tiempo posible con Amber antes de la fiesta. Nara dijo que van a ir algunos compañeros de trabajo, un par de sus primos y primas, junto a nosotros y su abuela también iría, pues la ayudaría a cocinar.

Entre al departamento y Carlos saltó a mi como de costumbre, yo lo abracé como de costumbre, no imagino cómo sería mi vida sin él, me he acostumbrado a él, es lo mismo que me pasó con Amber y creo que es la mejor familia que pudimos tener, aunque obvio, un par de hijos me encantarían.

—Amor— llamé a Amber, ella fue a trabajar hoy, espero que no se haya sentido mal, ni nada por el estilo.

—Estoy en la habitación— dijo ella, con una voz dulce, se escucha más animada que los otros días, lo que me hace sentir mejor.

Entre a la habitación, para verla sentada en el escritorio, su cabello estaba todo hecho trenzas, es su truco para hacerse rizos sin calor. Ella estaba atando un pequeño lazo al rededor de una pequeña caja de color celeste. Parece un regalo y se ve realmente bonito decorado, además de eso, Amber parece estar poniendo todo su amor en ese regalo, ya que lo mira como si fuera algo que adora con toda su alma.

—Hola, mi amor— rodeé sus hombros y besé su mejilla.

—Hola, precioso— ella dijo en un tono tan dulce que parecía un ronroneo.

—¿Como estás? ¿Qué estás haciendo?— señale la cajita con la cabeza.

—Oh, es un regalo para Nara, son aretes— ella respondió con una sonrisa.
Recuerdo que cuando Nara y yo empezamos a hacernos realmente amigos, ella dijo que su regalo idea son aretes, ya que es muy fan de ellos y tiene una colección.

—Oh ¿debería comprar un par yo también?— pregunté, pues olvide que debía comprar regalo.

—Compré dos pares, la tarjeta dice que es de los dos— sonrió, antes de besar mi mejilla.
—Necesito un favor tuyo— susurró ella, mirándome con ojos de gatito.

—¿Qué?— pregunté, dispuesto a hacer todo para quitar esa expresión de su rostro.

—¿Podemos acostarnos un rato antes de que empiece a maquillarme?— susurró, haciendo un puchero, lo que me causó mucho ternura.
Pase mi brazo por su espalda y por dejado de sus piernas, para después cargarla hasta la cama. Levanté los cobertores, para después meterla adentro, luego tomé el control del aire acondicionado y lo puse en una temperatura baja, así tendría una excusa para poder acurrucarnos debajo de los cobertores.

—¿Qué haces, Alex?— preguntó ella, soltando una risita, a la vez que yo me acostaba a su lado y nos cubría hasta la cabeza.

—Quiero pasar un rato abrazando a mi mujer— respondí, con una sonrisa que pretendía ser inocente, pero nunca pude serlo.

Ella giró su cuerpo y apoyó su cabeza en mi pecho, a la vez que buscaba mi mano para después entrelazar nuestros dedos.
He notado que ella se ha comportado extremadamente tierna en estos días, cosa que es rara en ella. No sé si es porque estuvo enferma o porque se puso sentimental, pero de todas formas yo jamás podría quejarme de que ella me pida más abrazos de lo normal.

—Alex— susurró ella, llamando mi atención.

—¿Si, amor?

—¿Nunca pensaste en qué tal vez algún día... en el futuro, tal vez necesitemos una casa más... ¿grande?— preguntó, levantando un poco su cabeza para poder mirarme a la cara.
Siempre creí que a ella le gustaba nuestro departamento, se que es pequeño, pero es suficiente para ambos y además se siente como un cálido y acogedor hogar.

Alex (||)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora