CAPITULO 62 (Ares)

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Mia

Voy a explotar como un globo

¿Cómo es posible tener esta barriga con cuatro meses de embarazo?

Parezco una pelota con dos piernas.

Mi cuerpo es muy sensible al frio desde que nací. Lo pasó muy mal cuando llega el invierno, tocarme sin congelarse es un reto para valientes.

La cama esta vacía, ¿Dónde está mi hermana?

Ella no me dejaría sola, se había quedado dormida antes que yo, a las doce de la noche, es una cenicienta.

En casa de mamá planeábamos fiestas del pijama todos los viernes y sábados, era tradición. Molly era la primera en dormirse, después mis dos ex mejores amigas, y por último yo. Me cuesta muchísimo coger el sueño, y más con compañía.

" Pareces un murciélago"- decían sin entender cómo era capaz de estar hasta las cinco de la mañana viendo películas.

Claro. Al día siguiente Mia era un zombie andante, y aprovechaba por las tardes para echar siestas eternas.

- ¡No, no, y no! ¡Son las tres y media de la mañana! - escucho la voz de Molly gritar desde el pasillo. Tal vez son imaginaciones mías.

- Stiles te esperando con la moto en la puerta. Va a llevarte a casa, no te preocupes. - dice otra voz mucho más ronca y grave. Podría reconocer ese sonido maravilloso a cualquier distancia.

- ¡¿Estás loco?! ¡Es mi ex, no quiero verlo! - se niega en rotundo mi hermana pequeña. Ya puedo imaginar sus ojos abiertos de par en par.

- Han pasado más de cuatro meses y él está saliendo con otra chica. No seas inmadura y vete. - ordena Aaron, no me gusta su insensibilidad.

Cuatro meses no es nada en un ruptura, y estoy segura de que ella sigue enamorada de Stiles. El brillo de dolor en su mirada sigue ahí al escuchar el nombre de Melody.

- Es muy incómodo. Prefiero dar un paseo hasta el apartamento o coger un taxi. - propone Molly - No quiero que discuta con su novia por mi culpa.

- Lo siento pero es lo que hay. Melody ya lo sabe y ya han discutido. Recoge tus cosas, y vete.

Ay dios mio, ¡Lo voy a matar!

- ¡Muchas gracias, cuñado! - se despide sarcástica. Escucho sus pisadas cada vez más lejos hasta que abre la puerta de la entrada. - ¡Adiós, eh! - y sin esperar una respuesta, cierra de un portazo.

Capullo, capullo, capullo.

Cierro los párpados y me hago la dormida. No quiero hablar con él.

El rubio entra a la habitación, de reojo, veo cómo se quita las zapatillas, los pantalones y la camisa causando un paro cardíaco en mi corazón.

La vista que me ofrece es impresionante. Los músculos de su espalda se tensan mientras se saca la prenda por la cabeza, está para comérselo. Esa tableta de chocolate me llama a gritos y voy a caer en la tentación.

¿Cómo puede tener ese cuerpo de Dios griego sin ir al gimnasio?

Controlo mis ganas de lamer la piel bronceada de sus abdominales y tapo mis ojos con las sábanas. Será mejor que deje de admirar el fruto prohibido.

Si sigo asi me lanzaré a su yugular como una leona en celo y no podré parar.

El colchón se hunde a mi lado, y contengo el aire. Sin girarme sé que me está mirando.

Tengo a un chico medio desnudo a mi lado que por si fuera poco, está buenísimo y no puedo tocarlo. Es una de las misiones más difíciles a las que me he enfrentado.

Aaron Donde viven las historias. Descúbrelo ahora