CAPITULO 55 (Síntomas)

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Mia

Estar embarazada es un lujo.

Claro, tiene sus ventajas y sus desventajas pero de momento no está del todo mal.

¿Para qué seguir mintiendo? Es una mierda.

Los cambios físicos se notan con una rapidez que me asusta. Mi estado de ánimo no para de variar, es una revolución hormonal imposible que controlar.

La anemia no me ayuda mucho, las náuseas y mareos son constantes, por no decir todos los días.

Aaron está muy preocupado desde que el ginecólogo nos dijo que mi enfermedad aumenta la probabilidad de que el bebé muera en el parto. La anemia puede causar un crecimiento fetal deficiente o un bebé de muy bajo peso.

Gracias a las pastillas puedo seguir poco a poco pero mi nivel de hemoglobina sigue siendo inferior a los valores normales. El tratamiento consiste en tomar una dosis de hierro todos los días. Por suerte, mi novio ya se encarga muy bien de recordármelo y torturarme.

- No te lo repito dos veces - escucho la voz de Aaron desde la cocina. Ahí está.

Finjo que no lo he oído y me analizo en el espejo del baño. Es inevitable hacerlo. El embarazo me hace sentir muy insegura.

¿No puedo pasar por todas las etapas con normalidad sin anemia y sin un hematoma intrauterino?

Mi piel blanca está más pálida que de costumbre, se me cae el pelo como un gato desvalido, mis ojos apagados justifican mi cansancio excesivo y mi debilidad. No puedo respirar, joder.

- Aaron...

Decir su nombre es suficiente.

Cierro los ojos con fuerza y se me cae la pastilla al suelo. Mis manos se aferran al lavabo para no caerme al suelo.

La figura alta y musculosa de Aaron aparece en mi nublosa visión, le ha dado una patada a la puerta para entrar. Se acerca a mi corriendo y acuna mis mejillas en sus manos.

- Respira, cariño. No pasa nada, respira- susurra en voz baja tratando de calmarme. Su voz ronca es como una melodia para mis cinco sentidos.

- Tú...tú no has dormido nada- tartamudeo con la respiración entrecortada. Mi insomnio es el culpable de que lleve una semana sin poder descansar. Me ha vigilado y cuidado mejor de lo que debería.

- Me importa una mierda. Lo importante ahora eres tú, ¿Estás mejor?- pregunta preocupado recorriendo mi cuerpo con la mirada. Hace unos meses me agradaría ese gesto ahora me da mucha vergüenza, él sabe mejor que nadie el empeoramiento de mi cuerpo.

- Si, estoy mejor. No te preocupes- sonrio evitando su tacto.

Agarro la caja de pastillas y saco otra nueva. Bebo agua y la trago con dificultad. Sus ojos azules no me pierden de vista, nunca lo hacen.

- Estás rara. ¿Qué te pasa? ¿He hecho algo mal o...?

A veces es tan tierno que me entran ganas de lanzarme sobre él y besarle la cara por todas partes. Me encanta cuando saca su lado romántico pero no voy a admitirlo en voz alta.

Aaron Donde viven las historias. Descúbrelo ahora