POSIBLE PRÓLOGO

887 38 32
                                    

Samantha

Me gusta ir a clase. Puede sonar un poco repelente y anormal pero es la verdad, me gusta ir a clase.

Cualquier lugar fuera de casa es más divertido que estar alli, mis padres trabajan en otros países del mundo casi todo el año, por esa razón soy la madre adoptiva de mi hermana pequeña y una diminuta tortuga de agua, se llama Dory y es un poco anciana pero la queremos mucho. Se la regalaron a Madison al nacer, dicen que las tortugas duran muchos años y Dory es dura de roer, lo más seguro es que nos entierre ella a todos.

- Samantha, despierta - la pesada voz de mi amiga molesta a mis orejas.

Muy pocas veces presto atención y eso les cabrea. El profesor de español ha parado la clase.Treinta miradas están posadas en mi pero no tengo nada de vergüenza, es mi día a día. La parte del tiempo estoy durmiendo sobre la mesa con un hilo de baba saliendo de mi boca o en la cafetería acompañada de mis mejores amigos.

Estoy sentada al final del aula. Es una estrategia que utilizo desde que aprendí a hablar para que no me hagan caso y me dejen tranquila pero hay días como hoy, que no me voy a librar.

No lo comprendo. Es cierto que soy la única de los alumnos que no le está escuchando pero podría valorar que al menos, no le molesto. ¿Para qué me pregunta a mi? ¿Para humillarlo delante de todos al demostrar que sé más español que él?

De veintiocho alumnos aqui, hay tres personas con mejores calificaciones, los dos empollones que corrijen en primera fila, y yo. No me gusta molestar a los maestros mientras explican, lo veo una falta de respeto y es su trabajo, no el mío. ¿Quién soy yo para aumentar el odio de los demás?

Me muestro tan ausente en las clases que no conozco a la mitad de gente con la que comparto clase. Marginada y solitaria estoy agusto.

El señor Martín me mira enfadado de brazos cruzados. - ¡Señorita, despierte!

Ese hombre es la envídia de la sala de profesores, y forma parte de las conversaciones femeninas de los patios. Todas las chicas comentan lo bueno que está en el almuerzo, hay que admitir que es atractivo pero en opinión lo exageran.

Su verdadero nombre es Carlos. Tiene el pelo moreno reluciente y es dueño de unos ojos grandes color miel. Viste formal, es un maldito estirado. Desde aquí puedo oler el aroma de espuma de afeitar mezclado con el perfume.

- Llevo tres meses trabajando en este centro y doy tres clases de español en esta aula cada semana - me informa.

- ¿Y ese dato me afecta a mi en...?

- ¡Es la primera vez que la veo con los ojos abiertos, por Dios! - grita muy enfadado dándole un golpe a la pobre pizarra. Aguanto la risa. - ¿A usted le parece eso normal?

¿Por Dios? ¿De dónde viene, del siglo quince? Mi mejor amiga me lanza cuchillos con la mirada para que cierre la boca antes de empeorar más las cosas. Está sentada delante de mi, otra estrategia para esconderme detrás de su espalda mientras estoy en mi quinto sueño. Mi otro amigo se tapa la boca para no hacer ruido pero es inevitable. Suelta una carcajada a mi lado y se tapa la cara con un libro para que no le vean. Demasiado tarde.

- ¿Dormir? Si, es una cualidad de los seres humanos para sobrevivir que me parece muy normal. - respondo sin más. Mis compañeros me miran sorprendidos, también soy conocida por soltar comentarios inapropiados y meter la pata. - Pienso que pegar a los muebles es más extraño. ¿Qué culpa tiene la pizarra de qué estés furioso?

Aaron Donde viven las historias. Descúbrelo ahora