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YUN

Sicheng me había comprado un vestido especialmente para acompañarle a la fiesta. Decía que las normas de etiqueta en los eventos de ese estilo eran muy exigentes, y que si hubiera llevado cualquier otro tipo de cosa hubiera dejado a la compañía en mal lugar.

Se pasó toda una tarde explicándome todo lo que podía y no podía hacer una vez hubiéramos llegado. Aunque no era como tener una audiencia con el emperador japonés, en las altas esferas las reuniones así tenían gran peso a la hora de las relaciones comerciales entre las empresas.

No era de extrañar que después de esas reuniones las acciones de una compañía cayeran en picado en La Bolsa o perdieran un gran número de accionistas.

Era un juego que parecía inocente pero en el que podías perder un brazo si jugabas mal tus cartas.

Cada una de las palabras que dijo Sicheng sobre el tema me hacían arrepentirme cada vez más sobre haber aceptado su invitación. Odiaba admitirlo, pero tal vez Mark tuviera razón. Si unos cuantos personajes podían hundir compañías después de un encuentro, podrían desmembrarme y mandarme a Uganda sin pestañear en el proceso.

Intenté llamar a Mark en varias ocasiones, pero no me llegó a coger el teléfono en ninguna. Se tomó muy en serio lo de "si lo haces, lo haces sola". Ni siquiera me saludaba cuando nos cruzábamos en la compañía.

Aunque sabía que en el fondo tenía un plan de emergencia por si pasaba algo. Así era Mark. O eso pensaba.

Después de terminar de arreglarme bajé a la puerta del edificio a esperar a que el chofer de Sicheng llegara.

Estaba nerviosa. No tenía claro porqué había aceptado. Podría llamar a Sicheng y decirle que estaba enferma. Podía abrirme la cabeza contra la ducha y pasar unos días en el hospital para no tener que ir. Pero suponía, no erróneamente, que eso no arreglaría nada.

Un coche negro y aparentemente más caro que todo el edificio donde residía, frenó justo delante de mí.

Sicheng salió del coche, vestido con un traje rojizo. Le saludé y me dirigí hacía él. Me abrió la puerta del vehículo y ambos entramos.

- No sabía que ese tono de blanco te quedaría tan bien, debe ser porque estoy acostumbrado a verte vestir de otros colores.- me sonrió amablemente y yo hice lo mismo.

- Gracias. Aunque debo decir que le favorece más el negro.- se miró el traje y levantó la mirada tímidamente. Casi parecía un niño inocente que acababa de manchar su traje de ir a misa.- Lo eligió mi madre, es un regalo de cumpleaños. No tiene muy buen gusto, ¿verdad?

Me reí. Ciertamente no tenía buen gusto si se casó con un asesino.

- ¿Puedo preguntar porqué me lleva si es algo tan importante? No parece ser del tipo que lleve a alguien que podría fallar en cualquier cosa y arruinar la empresa.

- Oh. Quería llevar una acompañante inteligente y bonita y la única que cumplía con esas características eres tú.- apartó la mirada al decir eso.- Además, si te crees que un grupo de ancianos puede hundir mi compañía, es que no debo estar dando la impresión que debería.

Aunque no le estuviera mirando, sabía que tipo de expresión estaba poniendo. Era la del tipo "China está en mi mano y por ende tu también. Enemigos del heredero temed". Sabía que Sicheng era el tipo de persona que usaba esa frase de Harry Potter en beneficio propio.

Era intocable, como tu personaje favorito de un libro, pero en versión no tan romántica. Por mucho que creyeras estar cerca de él o a su misma altura en el juego, siempre iba diez casillas por delante.

BOSS [WinWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora