17

1.4K 174 35
                                    

MARK

Osaka, 2017, Marzo

Todos los sábados, solía salir hasta tarde de bar en bar. En Osaka había mucha demanda de bares, así que no solía frecuentar los mismos demasiadas veces.
Aquel sábado, decidí que probaría un establecimiento que acababa de abrir. Tenía ya bastante fama, tal vez no por cosas buenas como "El mejor alcohol de todo Osaka, ¡vengan a probarlo!". Aunque, siendo sinceros, absolutamente nada en Osaka merecía la pena de ser recordado como algo bueno.

El bar "Duelo a medianoche" se encontraba en una calle muy frecuentada de la cuidad. Así que no me sorprendió ver la cantidad de clientela que este tenía.
Me senté en una esquina del bar, esperando ser únicamente visto por las camareras.

- Una cerveza, pero póngame una marca poco conocida, por favor.- la camarera asintió, y se marchó, seguramente confusa por mi peculiar pedido.

- ¡Lee Mark!- reconocí esa voz casi al instante, y no pude evitar tensarme ante ella. No podía ser que recordara mi nombre.

- Nakamoto Yuta.- saludé. Yuta me sonrió, mientras el y unos hombres se sentaban en la misma mesa que yo. Si Nakamoto había venido con hombres, tal vez hoy no fuera la mejor noche para emborracharme.

- Lee Mark, no te veía desde aquella partida de póker tan estimulante. Recuerdas que te dije, ¿verdad?

- Como olvidarlo Nakamoto, cualquier cosa que me digas la recordaré siempre.

- Eso espero, no tendría gracia entonces.- se levantó de la mesa, y se giró para decirme algo.- Por cierto, Dai también se acuerda de ti.

Me reí. Sabía que en algún momento Dai le diría a su hermano que un tal Lee Mark se acostó con ella y nunca le devolvió las llamadas.
Sabía que era peligroso jugar con la princesita del clan Nakamoto, pero no sabía hasta que punto.

- Dale recuerdos de mi parte, Yuta.

******

Salí del bar cuando ya había pasado una hora desde que Yuta se marchó. No fue Justo porque pasara una hora, pero daba esa casualidad.

Sabía que sus hombres me esperarían en la puerta. Pero realmente no me importaba que me pegaran una paliza.
Así que, mientras recibía los golpes de los matones de Nakamoto, no había más que reir.
Eran tan previsibles.
O eso pensaba.

Lo que jamás llegue a pensar, fue que al llegar a casa, la viera arder en llamas.
Jamás llegue a pensar que el clan Nakamoto quemaría hasta los cimientos mi hogar, y que con esa vemganza, se llevara la vida de mis padres y hermana por delante.

Y jamás pensé que gracias a eso, ese mismo día, conocería a Dong Sicheng.

BOSS [WinWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora