YUN
Estaba a punto de dormirme cuando mi teléfono sonó.
Pensaba no cogerlo, pero vi el nombre de Nao en la pantalla y lo cogí. Si ella llamaba tan tarde, sería porque algo malo pasaba.
- ¿Yun?- se sorbió la nariz y oí un pequeño sollozo.- Yun, yo...-comenzó a llorar desconsoladamente y me levanté de golpe de la cama.
- ¿Qué ha pasado? ¿Estas bien?
- Yun, mi padre...
- ¿Has podido verlo?- Ella comenzó a llorar más fuerte, y supuse lo peor.- ¿Él..?
- Cuando llegué de comprar pan, ya estaba muerto Yun.
Realmente no sabía que decirle. Nunca había sabido encajar bien las malas noticias, y mucho menos cómo actuar cuando a alguien se las daban. Nao y yo siempre habíamos sido buenas amigas, pero no podía decirle nada que le ayudara. Sabía que se llevaba muy bien con su padre. ¿Acaso podía decir algo que le ayudara a estar mejor?
No me había sentido tan inútil en mi vida. ¿Porque no podía ayudar a la única persona que siempre me había prestado ayuda cuando la necesitaba?- Nao, yo...¿Quieres que vaya? Puedo pedirle permiso a Sicheng.
- Ni de coña. Estás trabajando. Esto no es tan importante. Además, Sicheng te necesita. Se enfadará si te vas. Seguramente te despida.
- Nao, eres más importante que un trabajo.
- Yun. Estaré bien. Necesito estar bien. En dos días se me pasará.
- Si necesitas algo, llámame vale. Sabes como soy, Sicheng entenderá incluso si no quiere.
- Vale.- le oí sorberse los mocos, y luego oí como su madre le gritaba.- Te tengo que colgar. Adiós.
Y con eso, Nao se despidió.
Me fui a dormir como si fuera un día normal.
Claro que, al despertarme me daría cuenta que no fue un día normal.También me daría cuenta de que fue la ultima vez que oí a Nao. La oía rogar que alguien le salvara, y no le ayude.
Fue la última vez que viví libre, porque desde aquel momento, mi vida quedó en las garras de Sicheng.