SICHENG
-¿Ya te has encargado de ella?- Jaehyun estaba sentado en el sofá de mi despacho, mirándome fijamente mientras yo miraba vagamente algunos papeles esparcidos por la mesa.
- ¿No es evidente?
- Cierto. Ah, antes vino un chico...¿tu secretario? Dijo que había venido una chica al puesto de becaria o algo así.
- Vendría a por el puesto de secretaria. ¿Cuantas veces te he dicho que Kun no es el secretario?
La sede de la empresa Dong residía en Pekín. Después de la muerte de mi padre, asumí el puesto de jefe en la empresa. Claro que, solo era una tapadera.
El verdadero negocio de la familia Dong era el tráfico de armas y drogas. Aunque había alguna rama de la familia que se dedicaba al asesinato a sueldo, claro que no con el apellido Dong.Se podría decir que la familia Dong era la más famosa y rica del "mercado". Nuestra familia controlaba el mundo del narcotrafico, controlaba la policia y los medios legales y tenía un buen nombre entre las altas esferas gracias a la empresa Dong.
-¿Has llamado a Li?
-Claro, en unas horas Im Elaine ya no constará en ningún tipo de registro.
-¿Y su familia?
-Era huérfana. Y en caso de que alguien decida buscarle, la policia cancelará inmediatamente la orden de búsqueda. Esta todo controlado Sicheng.
No era nada paranormal matar gente. Pero si había que asegurarse de no dejar huellas que pudieran relacionar a la compañía Dong con algún escándalo.
-Vale. ¿Has visto a Mark?
Mark era contable y un activo importante en nuestros otros negocios. Era realmente bueno a la hora de elaborar cualquier tipo de orden. Era bueno matando, hackeando y actuando cuando era necesario. Era como el "bestboy" del grupo.
- Lee lleva unos días ocupándose de un asunto personal en Osaka. Ha salido en las noticias, creía que tendrías claro que había sido cosa suya.-una leve sonrisa anido en la cara de Jaehyun. No me cabía duda de que se sentía orgulloso de él.
- Lo había leído, pero prefería no dar por echo nada. Puedes irte Jae.
Jaehyun abandonó la estancia. Él era el "heraldo" del grupo. Nos mantenía informados, y nada, absolutamente nada ocurría sin que él supiera como, cuando, porque y donde. Mantenía los medios comunicativos al margen de lo que ocurría alrededor de la empresa Dong.
Pero realmente nada pasaba sin mi consentimiento. Prácticamente tenía China y gran parte de Asía en la Palma de mi mano. Cada movimiento, cada decisión, cada pequeña acción pasaba primero por mi oficina.
Si quería quemar el mundo, mis manos se convertirían en ceniza.