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Javier

      "Los amo".

     Lamento el arrastrarte a acá de nuevo, conozco la pesadez del ambiente; las personas, los olores, las razones... Todo es acá es un túnel a otro sitio.

     Mamá siempre ha sido una mujer ingeniosa además de fuerte, dispuesta a todo por mi bienestar. Por esto, hemos logrado comunicarnos por medio de miradas y parpadeos, cuyas unicas respuestas que yo podría dar asi serían "sí" o "no".

—Hola...

     Déjame explicarte, por favor, solo dejame el contarte todo con mis palabras.

—Puedes venir los sábados que gustes —le dijo mi madre con un tono dulce.

     Tan estructuradas mis palabras han sido siempre, tan planeadas y cuidadas...

—Gracias —mostró una sonrisa tímida, y volteó a verme con esa expresión: la misma con la cual entró por primera vez a mi vida, con libreta y lápiz en mano.

     Pero ahora mis palabras son flojas, tan quebradas y faltas de interpretación mas alla la la pura y pesada realidad.

     Tan real. Decepcionante pero verdadero.

—Vaya, no hemos estados solos desde hace un tiempo, ¿no? —soltó una risita sosa, con nerviosismo, tras mi madre dejarnos en el cuarto.

      Oh, Víctor. Cuanto lo lamento. Oro día y noche por recibir tu perdón sin tener que pedírtelo.

     Quizas ya nada tenga sentido, o propósito, más allá que sonreír entre lágrimas esperando la siguiente parada, tomando direcciones distintas, siendo conscientes de que nunca nos volveremos a ver.

     Quizás algún dia compartas nuestras historias, nuestras risas, y escribas el mejor de los ensayos; uno cuya profesionalidad y emoción supere al tú del pasado, porque has crecido tanto. Tanto, que estoy orgulloso de ti.

—Si tú, eh, si necesitas algo o lo que sea dirige tu, eh, tu mirada a la esquina —Señalaste las paredes pulcras detrás de ti—, ¿vale?—Parpadeé dos veces, con lentitud. "Sí", le dí a entender.

     Quedate, me equivoque. De veras que me equivoque. Realmente deseo tenerte a mi a mi lado, tenerte riendo cerca, contándome los dilemas y dichas de tu vida. Vivir en tu vivir, sonreír en tu alegría.

     Entre la pila de libros a mi lado, elegiste aquel cuya portada te llamó mas la atención. Que curioso, ese es uno de mis favoritos. ¿Me lo quieres leer?

—¿Lo has leido?

     "No", respondí, mintiendo, para que lo leyeras tú.

—Em, si quieres yo, te lo leeré. O sea, ¿te lo leo?

      Que divertido eres comportandote así. ¿Por qué te asusta ser el único que habla? Hablame cuánto quieras.

     No quiero que te vayas al igual que Drake, o papá, o... Ella. Quiero terminar el cuento con un personaje al lado de mi protagonista, mientras este se desvanece, feliz.

* * *


   Qué bien lees.

—¿Crees que nos ponemos en peligro a propósito... —amo esa parte de la historia— para que alguien nos salve? —Amo esta historia.

     Cada tarde, de cada sábado, vienes. Cada tarde, con mas ideas, y ánimos.

—El lobo desciende de la montaña sin nuestro consentimiento  —Hoy trajiste tu propio botella de agua— en el mismo momento en el que queríamos tomar una siesta al aire libre — ya que no está permitido tomar agua de otras partes, o te enfermarias, como muchos tantos acá.

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora