Víctor
"Las mentiras tanto duelen, que no notamos de aquello de lo que nos protegen".
—Amanda estaba de nuevo fuera de San dias —comenté mientras revolvía mi caldo sobre la mesa. Ya era la tercera vez que la veía allá. Necesitaba un porqué claro.
—Primero que todo, llamala "Señora Amanda" —corrigió mi papá, apuntandome con su cuchara, mientras cenábamos bajo la luz amarillenta de la lámpara.
Asentí, aún observando mi comida.
—Tal vez deba de llenar algo de papeleo —comentó mi mamá—. Llevar un paciente de un lugar a otro requiere algunos prosedimientos adicionales —añadió sonriente.
—No lo creo... —contradije cabizbajo, dándole una probada a la comida.
"¿Por qué lo dices?", interrogó mi padre.
—Ese papeleo ya tuvo que haberse hecho hace meses —expliqué—. Además... Javier no me ha respondido los mensajes unas semanas, asi que no sé nada de él.
Mis padres intercambiaron miradas confusas.
—¿Insinúas que murio ya?
—¡¡Cariño!! —exclamó mi madre espantada—, no digas idioteces. Por dios.
Fue ahi cuando sentí un golpe crudo de razonamiento.
"¿Y si... Javier ya no existe? Si ya no está..."
Fruncí el ceño, negando con la cabeza. Dejando un extenso silencio durante el resto de la cena.
* * *Me habia decidido: averiguaria qué sucedía con Javier, aunque una pandemia me lo impidiera.
Marzo 2020
—Esto es una pésima idea —comentó Mateo mientras nos dirigíamos al hospital, faltando a nuestras clases, las cuales ahora eran en casa, a través de nuestras computadoras.
—No estaremos demasiado tiempo, asi que no hagas escándalo —observé nervioso los alrededores, asegurándome de que no nos deteniecen.
Ese año empezaba a costarle la vida a muchas personas, por una enfermedad peligrosa. Por ello, estaba aun mas prohibido el paso de cualquiera sin autorización previa al hospital.
Sin embargo, no me importaba. Quería respuestas.
—¿Y qué planeas preguntar al enfermero cuando lo hallemos? —cuestionó, mientras caminábamos sigilosos por los pacillos de aquel lugar.
—Le preguntaré... —Sentí un repentino vacío en interior—, si un amigo sigue con vida.
—¡¿Cómo no vas a saber si esta vivo o no?! —exclamo espantado.
Era imposible saberlo. No me había vuelto a topar con la señora Amanda como para preguntarle a ella... Tampoco parecía muy buena idea preguntarle a ella algo tan crudo como "¿tú hijo esta vivo aún?"
La ausencia de mensaje, de alguna señal de presencia, me dejaba en una niebla espesa constante. Silenciosa, intrigante y agonizante.
Y no exagero. Solo digo, de forma sincera, lo que es esperar a quien ni si quiera sabes si aún respira.Pero ahi estás, esperando. Con esa gota de esperanza, que aquella persona de enseño a tener, y quizas sea, lo que te quedara de ella.
—Mi madre me aventara la escoba si llega del trabajo y no estoy, ¿sabes? —comentó Mateo.
—¿Cómo si no estas allá?
—Ahh, muy cierto —Sonrió orgulloso—... ¡Espera! Eso no tiene sentido.
Al final del pacillos, observe al último enfermero que, según me acordaba, cuidaba de Javier. "¡Él!", exclamé, entusiasta y esperanzado.
Aceleré el paso, obligando a Mateo a hacerlo también.—¡Se-señor! —llamé, a lo cual el no volteó. Parecía ocupado traportando a un anciano en silla de ruedas—, ¡espe...!
—¿Quienes son ustedes? —Una voz profunda nos detuvo, sosteníendonos de los hombros—. Jovenes, deben marcharse ahora mismo —Tenía una bata azul, y una estatura intimidate.
De esa manera, fuimos echados de San días, sin siquiera poder llenar alguno de los hoyos esta nueva incógnita.
—Ah, Hombre. Te lo dije —dijo Mateo—, pero como eres una cabezota no haces caso.
Tras meditarlo, ya estando los dos fuera del sitio, solté:
—Sí, definitivamente sí regresaré.
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Dame alas para volar
Teen FictionPor una tarea de instituto Víctor se ve arrastrado a "ayudar a otros". Parece una misión estúpida ante sus ojos, hasta que conoce a Javier Lindgren en el hospital, un extraño joven con una visión del mundo muy contraria a la suya. Comienza así un ca...