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Víctor

     "Ahórrate las palabras. Si puedes desgarrarte a tí, en la infinidad de tu mente, en lugar de dañar a alguien más, hazlo".

     Estaba cansado, agotado. Era evidente que tenía sueño, por lo que propuse el marcharme, pero insistió en que me quedara, pues según él: "extrañaba escucharme".

     Me gustó oír eso, pero, ¿Por qué no dijo "... hablar contigo", o "... conversar?. No sé si me doy a entender. Es decir, ¿Javier siente que cuando llego es únicamente para que me escuche? Somos amigos, no paciente y psicólogo...

     Lo que digo no tiene sentido.

     Solo digo que, ¿Javier me ve a mí como alguien con el que debe ser amable?, ¿O realmente le agrada que...?

     Esto es estúpido, no se por qué le doy tantas vueltas a los asuntos.

—Lo último que recuerda son escenas rápidas del accidente —me contó Javier, refiriéndose al chico nuevo en el hospital—. Su padrastro no llega a recogerlo dale hospital, no tiene contacto con nadie ahora. Y su madre, pues... Tampoco sabe si está bien.

—Wow —Quedé pasmado ante esa historia sobre Drake—. ¿Le duele no tener piernas?

     Me miró algo confuso, entrecerrado un poco los ojos.

—¿Ah? Eh, creo que sí, no sé. Parece sentirse mejor físicamente.

     Seguí ojeando las páginas de su carpeta de retratos.

—¿Cómo lo conociste? —En realidad no me importaba saber eso, no me importaba Drake. Solo quería sonar educado preguntando por su vida.

     Ladeó un poco la cabeza, mirando al techo, aún recostado sobre la camilla.

—Confundieron nuestras sillas de ruedas, cosa por la cuál me enteré que había otro chico cruzando el pasillo —explicó, inexpresivo, quizás serio—, animandome a conocerlo.

     No comenté nada al respecto. No estaba prestando mucha atención a lo que me decía, y tal vez lo notó; no soy bueno ocultando cosas.

     Llegué a un dibuje específico de su carpeta: un hombre de facciones robustas, intimidantes; me pareció sobresalir entre los otros dibujos por lo que me transmitía su mirada: ojos oscuros, cubridos de rectas y gruesas cejas.

     Javier Ojeó lo que estaba mirando, más no comentó al respecto.

—¿Estás bien? —Su voz apacible sonó ahora más analizadora, como una madre que quiere averiguar qué le sucede a si hijo.

     Con lentitud, cerré la carpeta.

—Hm, quisiera decir que nada pero... —Hice un pequeño intento de sonrisa, que terminó en mueca—, agh —Buf3—. No he venido a visitarte pues estaba castigado. Ahora todo es horrible en casa... Es como que, eh... ¡Como estar en el fondo del mar! —Inexpresivo, seguia oyendome atento—. Es una sensación de muerte que no duele, o si, pero... ¡No igual! ¿Entiendes?

     Apretó sus labios como una sonrisa apagada.

—Has caído en el océano, sientiendo ahora una muerte lente y ahobiante, pero no hay violencia, no hay sangre —Quedé sorprendido ante la precision de sus palabras—, solo esperas a que suceda lo que tenga que suceder —Vaciló, tal vez reflexionando su propia interpretación—. ¿Sí? O ¿Cómo?

     Mostré una sonrisa tímida.

—Exactamente eso —afirmé.

     Sonrió también.

     Quisiera saber que piensas de mí.

—¿Desde hace cuanto tiempo te sientes así? —preguntó.

     Cabizbajo, jugueteé con la manga de mi saco.

—No sé, eh... Creo que es una sensación que ha ido creciendo durante los últimos años hasta explotar.

—¿Y hace cuanto tiempo crees que explotó?

     Tragué saliva, aún indeciso de si debía o no contarle.

—Creo que, pos... Eh, desde que Charly me dijo que le, le, que le gusto.

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora