Víctor
—¡Oh dios, santo! —exclamó Amanda, aliviada—. Javi, no te alejes tanto de nosotras la próxima, ¿de acuerdo? ¡¿Y qué hacen tan cerca del acantilado?! Alejen se ya, rápido, ya.
La madre de Javier era la única que parecía realmente espantada con nuestra caminata sin avisar hasta ese acantilado. Realmente nos habíamos alejado de ellas.
—Lo siento, mamá. Solo le quería Mostar este lugar a Víctor.
Cruzada de brazos, se veía impotente, sine embargo, parecía más aliviada que cualquier otra cosa.
—Ya deja de actuar así, el Javi ya es grande, se puede cuidar solo —dijo Victoria, tía de Javier.
Curiosamente, mi madre y yo éramos los únicos en completo silencio.
Amanda le tiró una mirada pesada, entrecerrada, a su hermana. Probablemente, porque aquel anterior comentario sonaba como algo de mal gusto, teniendo en cuenta que Javier estaba en silla de ruedas, y dependía más que todo de otros.
—Es-este es un lugar bonito comentó por fin mi madre, asuavizando el ambiebte—, se ve todo el cielo.
Victoria afirmó, prosiguiendo con caminar a la barrera de seguridad, sosteniendose de ella mientras observaba en cielo, con una mirada verdaderamente pacífica. Mirada la cual Amanda no poseía en ese instante.
—Mi mamá u mi tía solían venía a acá cuando eran adolescentes —me murmuró Javier, con una sonrisa ligera, mientras de linoiaba el rostro con la manga de la ropa.
—¿Ah, sí?
—¡Sí! —exclamó ahora Victoria, la cual sorprendentemente oyó de lo que hablábamos—, cuando Amanda no era tan miedosa con todo, solíamos escaparnos del colegio, y veníamos para acá. Comíamos lo que trajimos en las mochilas, ¡y le gritabamos al acantilado! —Moviendo los brazos como presentadora de televisión, parecía entusiasmada al contarnos eso.
Esa emoción, le trajo una sonrisa de nuevo a Amando, y a nosotros también.
—¿Gritarle a la nada? –dijo mi madre—, ¿por qué?
En silencio, Javier y yo solo oíamos atentos.
—Fácil —prosiguió Victoria—: porque así nos libramos de aquello que no le podemos decir a alguien —Curioso, me dejo pensativo—, por ejemplo, esto... —Ella volteo ahora estando de nuevo observando el acantilado —, ¡PELOTUDO! —Los cuatro por igual nos sobresaltamos ante el inesperado grito de Victoria—, ¿me oyeron? Eso fue para mi jefe.
Nos reímos bajamente ante sus ocurrencias.
—¿Se animan? —ofreció.
Yo, por supuesto, me negué. Me daba vergüenza.
Javier tampoco se animo. Tal vez porque le avergonzaba su nueva forma de voz.Amanda, como me lo imaginaba, se negó, por más insistencia de su hermana.
—¡Yo quiero! —exclamó mi madre, cosa la cual me sorprendió. Apresuró sus pasos hasta llegar con Victoria—, hmm, ¡no se me ocurre nada!
Las tres empezaron a hablar, mencionado ideas, y la mucha pena agena que daría si otros se enteraran de que unas adultas le gritan al vacío.
—Víctor —oí la ligera voz de Javier. Bajé mi vista para atenderlo—. Toma—Me extendió una hoja, la cual no se si la guardaba en su saco o en la mochila que colgaba de su silla de ruedas.
—Oh, ¿esto...?
—Feliz cumpleaños —sonrió con esa dulzura que tanto lo caracterizaba a él y a su madre.
Me apresuré a observar: el dibujo a lápiz de un recuerdo...
—¡¡¡LOS AMO!!! —El grito de mi madre me hizo dar un respingo, casi soltando la hoja, cosa la cual la llevaría volando con el aire presente.
Mi madre le grito a nuestra familia en general. Lo cual dudo que cumpliera el propósito del la "dinámica", pero aún así, me pareció lindo.
Ese recuerdo fue lindo.
ESTÁS LEYENDO
Dame alas para volar
Teen FictionPor una tarea de instituto Víctor se ve arrastrado a "ayudar a otros". Parece una misión estúpida ante sus ojos, hasta que conoce a Javier Lindgren en el hospital, un extraño joven con una visión del mundo muy contraria a la suya. Comienza así un ca...