Javier
"Después de todo, no está tan mal ser el egoísta por una vez, cuando tú ya lo has sido tantos años, ¿no?"
—¿Lo dejo pasar?
Sentí de nuevo ese escalofrío recorrer mi espalda. Quedé atónito, definitivamente no podía creer que a tan solo aquellos metros, estaba aquel hombre dueño de nuestras pesadillas, nuestros remordimientos, nuestras vergüenzas.
—¿Javier? —Escuchar de nuevo a mi tía me hizo entrar en sí—, no hay ningún problema si quieres que se va...
—No, sí sí. Sí quiero que venga, quiero... —Tenía cosas que arreglar con ese señor, debía cerrar de alguna manera ese capitulo de una vez—, quiero que entre.
Frunció un poco en entrecejo, torciendo levemente su labio. Claramente no le agradaba la idea de dejarme con Darío, y no la culpo; a mi también me aterraba que estuviese tan cerca de mí.
—Me puedo quedar si quieres —agregó ella.
Moví la cabeza ligeramente, negando.
Evidentemente frustrada, cerró la puerta, a avisarle que viniese."¿Por qué aún te temo?".
Después de un par de minutos, vi la puerta abrirse de nuevo.
—Hola.
Parado enfrente de mí, igual a como lo recordaba, con esa voz, con esa mirada. El aura que emitía definitivamente me mareaba. Solos de nuevo, él y yo. Estaba ansioso para oír que demonios pretendía al venir.
—Hola —repliqué, inexpresivo.
Era incómodo; el ambiente se torno en una pesada tensión repentina.
—En cuento supe que estas en el hospital..., sentí que debía estar acá.
"Faltaste en toda mi vida, no necesito que estés para presenciar mi lenta muerte".
Solo lo miraba fijamente, no sabía que decirle en realidad. Pero algo que si tenía en claro, es que el Javier del pasado nunca más regresaría. No permitiría que me utilizará de zapato. No permitiría que me viese como ese debilucho niño.
Tomó la silla de la esquina izquierda a la puerta, prosiguiendo con situarla a un metro de mi camilla, en silencio.
"Habla de una maldita vez, o yo lo haré".
—Hijo, escucha —comenzó su cuento—, sé que no he sido el mejor padre. Pero la verdad, es que te quiero mucho, y también quería a tu madre. Apenas supe de tu situación..., no pude creerlo. Me costó pensarlo.
Tenía tantas cosas que gritarle, tantas cosas que reclamarle.
—Así que... —continuó—, pretendo que me perdones —Sentado, con sus codos sobre sus piernas, esperaba mi respuesta con esa expresión de hipócrita desdicha.
Es importante perdonar y dejar atrás.
Pero con Darío, mis pensamientos eras distintos.
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Dame alas para volar
Teen FictionPor una tarea de instituto Víctor se ve arrastrado a "ayudar a otros". Parece una misión estúpida ante sus ojos, hasta que conoce a Javier Lindgren en el hospital, un extraño joven con una visión del mundo muy contraria a la suya. Comienza así un ca...