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   "¿El amor siempre duele? Una vez me dijeron que si es amor no debería de herir, pero... ¿Acaso no todo lo que vale la pena en la vida requiere de lucha? El amor definitivamente es algo que aún no entiendo del todo, y la verdad no tengo prisa".

     Cuando por fin las enfermeras se llevaron a la chica, ignorando mi presencia aún en el cuarto, un profundo silencia consumió el entorno; uni ahora pesado y sofocante.

     Voltee a verlo; su frustración era evidente. Encorvado, tapaba parte de su rostro con una mano, dejandome notar el ceño fruncido y su boca con clara irá. Lágrimas aún caían. Su otra mano hacia un puño sobre su pierna.

     ¿Debía irme?

—Javier...

      Su respiración era fuerte, algo sollozante.

—En serio lo siento si llegue en un mal momento —dije casi murmurando. No sé por qué, pero ese ambiente tenso me hacía sentir en un funeral, y no quería hablar fuerte en un funeral.

      Su otra mano se unió a la otra, ahora ambas tapando su rostro. Los frágiles sonidos que emitía me preocupaban.

     ¿Debía quedarme?

     Sí algo tenía claro, es que no no tenía ni idea de qué hacer. Quizás lo correcto era irme y dejarlo solo. Pero no quería dejarlo, y menos en ese estado. No podía, no quería. Debía estar con él, como el estuvo conmigo.

     Que no me dijese nada me dejaba desorientado. No sabía qué era correcto decirle; cómo ayudarlo.

     Tímidamente me senté en la camilla, a pocos centímetros de él, y sin idea de qué esperaba de mí lo abrace, esperando así unir las piezas de lo que quizás la chica había roto, esperando quizás hacerlo sentir menos solo.

     Aceptó mi abrazo. Sentí sus brazos frágiles, sin fuerza. Aún sollozaba, ahora sobre mi hombro. Sentir a alguien tan débil sobre tí, que olvida que es fuerte, destruye. Unas lágrimas se acumularon también en mis ojos. Javier estaba mal, y yo no podía cambiar las cosas; solo era espectador de como moría lentamente, de cómo sufría.

—Javier —comenté una vez se separó de mí—, lamento mucho lo que hayas vivido con esa chica —Su mirada cansada parecía pérdida sobre la sábana. Parecía un niño cabizbajo siendo castigado—, pero sé que tú no eres lo que ella te dijo —Mis lágrimas seguian
acumulándose, y mi voz parecía quebrarse—, eres la persona más fuerte que he conocido, Javier. No sé si ya te lo he dicho, pero es la verdad—Tensó la mandíbula, mientras apretaba los labios—. Perdóname la expresión pero esa chica me parece una total pendeja, y no merece ni más mínima importancia de tu parte. ¡Es una total idiota y no deberia hablarte así!

     Silencio.

     Impaciente esperaba que hablase, que explicase.

     Aún con la mirada cansada, frunció el ceño mientras se frotaba el rostro.

—Ze llaba Jegica —dijo. Su voz era poco entendible, más no imposible de decifrar. Quizás tenía que ver con eso que leí en internet, eso de "espasmos vocales" o musculares, algo así—, eda mi novia.

—Oh...

     Quedé como menso sin decir palabra ante su aclaración. La verdad no me lo esperaba. No quería abrir mi boca y decir imprudencias como siempre.

     Suspiró fuertemente, tomando en puente de su nariz entre su mano. Sí: estaba muy frustrado, agotado, todo menos bien.

—Mi voz esdá muy ma, ¿Velda?

     Vacilé un instante. Temeroso aún de decir alguna idiotez.

—La voz no importa, lo que importa es qué dices. —En mi intento de decir algo de apoyo o inteligente, considero que lo que solté no fue lo que el hubiera querido oír. Pero ¿Importa realmente cual fuese mi respuesta? No sé. Definitivamente doy muchos rodeos.

     Esperaba que me devolviese la sonrisa, como suele hacer ante mis intentos de optimismo y, pero no fue así; me ojeó con esa mirada agotada y decaida, solo para volver a estar cabizbajo como en un principio.

     ¿Dije algo malo?

     Es difícil ayudar a aquella persona que se encarga de ayudar a los demás; lo que sea que le aconseje ya lo sabe, como sea que le ayude vuelve y cae. Es como si cargará con el dolor de todo y todos, es como si por eso no pudiera con su propia realidad.
     ¿Que debía hacer para darle felicidad?
     Suena ridículo, lo sé. No quería invitarlos a las festividades en ese instante, era un pésimo momento.

     Sí no puedo darle felicidad, al menos le puedo dar paz; darle la seguridad de que no lo dejaré, de que de él no me olvidaré. Porqué es mi mejor amigo.

    ...

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora