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Víctor

—¿No deberías estar estudiando para los exámenes? —preguntó mi padre arrecostado en el marco de la puerta.

—Aún falta para los exámenes —contradije, escuchando como mi llamada caía a buzón de voz una y otra vez—, averiguar esto es mas importante.

     Suspiró, rascándose la nuca.

—Javier seguro está bien, está en un buen hospital —comentó con un tono exhausto—, le estas dando demasiada importancia.

—Yo doy la importancia que cada persona merece —murmuré, aun sentado con las piernas cruzadas sobre mi cama, esperando escuchar su voz por el teléfono.

     Se apartó de la puerta para por fin retirarse.

—Si no te responde la llamada, déjalo. Después de todo, a él le avergüenza su voz apenas inteligible.

     Quedé unos segundos en silencio, considerando su comentario.

—Pero él sabe que no importa como hable, sino lo que diga —murmuré, aún con los ojos sobre mi celular—, al menos conmigo es así.

—Ay dios —dijo con una sonrisa jocosa—. Por tanto hablar con Javier ya andas con frases filosóficas.

     Tras intercambiamos gestos, se marchó.

     Suspiré, decepcionado. No me conseguía respuesta alguna. Me sentí ignorado en cierta forma... Quizas en todas. Pero, era imposible que Javier me ignorara, yo era su mejor amigo, ¿o no?

      Despues de todo, las demás personas no nos deben mas de lo que nos debemos a nosotros mismos.
     Por eso nos frustramos.

     "Esto es estúpido", pensé, prosiguiendo con dejar mi celular en la cama, y levantarme.

     Inesperadamente, recibi un mensaje.

     Regrese torpemente deprisa de nuevo a cama, casi tumbandome

     "No puedo hablar ahora", mensaje de Javier. Leer aquellas cuatro palabras, tan vacías, tan faltas de explicación o contexto, me dejo una sensación de desconcierto opacador.

     "¿Por qué?, ¿estás bien? ¿Puedo ir para allá?", mensaje tras mensaje, pasaron minutos sin que me contestara alguno.

     "No", cortante, desconcertante.

     Le cuestione de nuevo, una y otra vez. Quizas algo insoportable, pero después de todo, él entendía mejor que nadie que tanto podía serlo.

     "No puedes salir de tu casa, por tu salud, y la de todos. Haz caso", respondió.

     Era cierto.

     Abril 2020, nadie podía salir de sus casas por cuestiones de salud. Tenia toda la razón.

     ¿En qué estaba pensando?
     Me sentí realmente estúpido, tan estúpido. Sin embargo, mas sereno y reconfortado, puesto que por fin, después de tanto tiempo había recibido mensaje de Javier.

     "Haz caso", su última frase me hizo sentir señalado. Era raro. Hasta el momento, javier no había usado términos demandantes que me hicieran sentir... ¿Obligado? Tal vez demandado.
     Por supuesto, me hacia sentir corregido, pero eso es muy distinto a ser regañado u obligado.

     Sentí que era diferente.

     Lo extrañaba tanto.

     Me acosté en la cama con el rostro al techo, mientras observaba la pantalla de mi celular, en la que presentía no me llegarían mensajes de él en un tiempo.

—Soy un idiota —musite, sobandome el rostro.

     "¿Qué tipo que amigo soy?", pensé. "El no me debe nada, y está bien si actúa distinto. Yo también estaría frustrado estando atado a un hospital".

     "Solo... Desearía verte en mi graduación, en mis cumpleaños... En tanto. Quisiera que te mejoraras mas rápido, que podamos vivir experiencias lejos de tu silla de ruedas, y de esa prisión. Desearía, ser quien te acompañe en el momento de retomar tu vida, y vivir aquello que te has estado perdiendo durante estos años..."

     Con confianza, sabía que él mejoraría, porque asi era, estaba convencido, estaba... tan claro.
    

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora