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Javier.

     "Nuca ames a alguien, más de lo que te ames a ti mismo, porque así su palabra influirá más porque así ese amor te destruirá".

—... Me gustan mucho, ¿sabes? Pienso escribir algo relacionado a ellos. O sea; es impresionante lo parecidos que somos a esos seres vivos, ¿No crees? Esos troncos enormes comenzaron siendo brotes de algo temporalmente desconocido; algo débil Y pequeño —Sus ojos parecían llenarse de vida al hablar de cosas tan simples, pero importantes para ella, y por eso: para mí tambien—. Creemos que sin nuestro cuidado al regarlos se morirán, pero no; los árboles no necesitan de los demás; los demás los necesitan a ellos. Somos como los árboles, ¿No crees?

—Estas loca —dije, bromista.

¡Ay vamos! —Me dió un ligero codazo.

     Reímos un poco tras lanzarle una mirada asustada, propia para dirigirse a una loca.

—¡Esta bien! Tienes razón —admití aún entre ligeras risas—. Todos somos como los árboles.

—No.

     La mire confuso.

—Tú eres un brócoli.

     Reímos de nuevo, ahora más fuerte.

     Todo era maravilloso con ella. Todo era diferente.

     "Yo era un brócoli, y ella: la más hermosa de las rosas".

     * * *

     Fue en septiembre del 2014. Poco después de mi cumpleaños trece. Ir al colegio se había convertido lentamente en una tortura. Nunca había creído el volverme el "burlado". Eso del "bullying" me parecía algo  por lo que nunca tendría que pasar. Por los constantes acosos, y la ira de mi padre si llegaba a faltar a clases: el dibujo se había vuelto mi escape del mundo, igual a que muchos otros adolescentes.
     Mi no tan buena rutina —por no decir catastrofica— había sido alumbrada por las clases de dibujo en el edificio apodado "central del arte", no muy lejos de casa.

     Ahora era muy feliz de nuevo, gracias a mamá.

     Esa felicidad solo aumento cuando conocí a Jeccika; una pelirroja adorable que también amaba el dibujo. Tenía en ese entonces catorce años. Empezamos a hablar porque ella creyó que le había robado el lápiz: cazo el cual ganó quedándose con mi lápiz, y del cual aprendí que debo marcar mis materiales de dibujo.

     Después de que dejase de tratarme como "ladrón", nos empezamos a llevar muy bien. Nos volvimos buenos amigos muy rápidamente. Jeccika siempre ha Sido una chica muy habladora, y yo: un buen oyente. ¡Complemento perfecto! O al menos eso parecía.

     Pasaron dos años hasta que le pedí que fuésemos novios; propuesta la cual tardo dos días en confirmar. Pero eso no me importaba ¡Tenía novia! La primera en realidad, y eso me entusiasmaba mucho.

     Vaya ciego que era.

     Jeccika en más de una ocacion de había manipulado psicológicamente; era muy conciente del control que tenía sobre mí. Yo era como su mascota; un simple cachorro con miedo de alejarse de aquella que ama.

     Y seré honesto: en muchas de esas veces yo sabía lo que hacía, pero cuando le contradecía me amenazaba con romper conmigo. La amaba, y en ese entonces me hubiera odiado si mi primera relación terminaba así por mi culpa; por no "amarla" según palabras propias de ella

     Muchas veces no podía evitar llorar cuando me consumía la ira al escuchar cosas como "¿Por qué te importa tanto lo que opine tu mami, eh? Ni que usarás pañales, Javier". Esas palabras así de ella era inevitable que llorase; enojo y aflicción juntos en mí, sin poder contradecirle, eso ocacionaba que dijese otras cosas como "solo sabes hacer eso: 'llorar', solo te haces la víctima para librarte de tus problemas". Y así poco a poco fue consumiendome esa falsa idea de qué era el amor.

     "Debo amarla aún con sus defectos. En realidad estamos bien. No destruiré esto solo por un capricho". "Capricho": así ella llamaba a mi opinión. Mi opinión era solo un capricho; no era importante...

     Mi opinión no es importante.

     ¿El amor el ciego? El amor ciega, y ese "amor": me estaba matando.

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora