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"Jugando al escondite.
Sé que me buscas.
Me escondo para no ser hallado.
Pero tu imprudencia, deja mis planes de lado.
¿Vendrás a rescatarme?
¿Pero de qué?
De mí, quizas.
Y de la soledad en la que me he enterrado a mi mismo.

Por favor, no te pierdas".

-Javier Lindgren. "trozo de una carta culminante".

Victor.

     Todo va demasiado rápido. Muy rápido.

     ¿Estaré haciendo lo correcto? Necesito una señal.

     Corriendo por los pasillos del hospital, me dirigí inmediatamente al cuarto de mi amigo.

     ¿Estarás esperando mi llegada?

     Mi corazón me latía a millón. Pasaba al lado de doctores y demás pacientes, me ojeada con recelo, algunos confusos. Me echarían de ahí, iban a hacerlo. Me querían lejos.

     Me duelen los pies de tanto buscarte.

     Matt y Mateo distraian a varias enfermeras en la entrada del hospital. Tal como si de un plan de caricatura se tratará: distracción y acción.

     Dudo una sonrisa poder provocarte.
Sin embargo...

     Me niego a soltarte.

     La sensación de estar haciendo lo incorrecto, algo a lo cual nunca te atreverías pues conoces las consecuencias, era como cargar un temporizador en la mano, cuyo efecto al llegar a cero desconocias.

–¡Hey! Chico.

     Ignoré.

—No corras por los pasi...

     Ignoré.

Los adolescentes no pueden...

     Simplemente Ignoré. Seguí mi camino por los pasillos, sin importar las intervenciones de otras personas a mi alrededor.

     Hasta que por fin llegué. Deseando algo haber hallado.

     Mi corazón latía cual eco de Tambor dentro de mi.

     Sin embargo...

     "Javier no está".

     Mi respiración parecía como si fuera a traicionarme em cualquier instante. Di un paso tembloroso dentro de lo que en algun momento fue su habitación de hospital.

     "Javier no está. No está acá. Se fue. ¿Se ha ido?"

     La cama estaba vacia; ordenada con suaves sábanas blancas, impecable.

     "No está..."

     Entre la oscuridad de cuarto, di un par de vueltas, analizando el sitio, buscando algun rastro de sus pertenencias. Pero no habia nada. La puerta que dejé abierta me era la única fuente de luz entre tantas sombras.

     En sus gavetas nada.

     "Sus dibujos, sus libros... ¿Dónde está todo?"

     En ese momento, dentro de un silencio absoluto, al lado de la camilla, sentí lágrimas calientes asomarse. Perplejo... Llegué a la peor de las conclusiones:

     "Javier ha muerto".

     Todo se pausó.

     Lo recuerdos de su sonrisa estaban aún tan vivos, aún tan presentes. Sentía que todo era una broma, la mas pesada de las bromas.

     Pero no.

     Me senté en un costado de la camilla, pensando; "¿y ahora... qué?

     Quede perplejo desconociendo mi siguiente jugada, mi próxima decisión. Ya no sabía nada.

—Víctor —dijo desde la puerta.

     Me levanté de inmediato.

—¿Qué haces acá?

     Dejando mis lágrimas ácidas correr lentamente, no supe hacer otra cosa mas que observarle, pero con los ojos vacíos.

—No tenías que venir —Dió unos pasos hacia mí, resonando levemente entre el helado cuarto de recuerdos—, Javier no está, chico, está en otro...

—¿Hospital? —murmuré, con una voz aspera y pesada—, "Javier ahora esta en otro hospital". ¿Eso quieres decir, verdad?

     Ahí estaba yo, con Victoria, tía de Javier. En un ambiente que se supone debia ser blando, apacible. Pero resultó sintiéndose como la introducción a una guerra, prólogo de un libro de terror.

—Ya sé la verdad, Victoria. Por favor...

     Con la expresión neutral, y unos ojos agotados, algo enrojecidos, me musitó algo que no escuché, quizás por el estrés repentino; tal vez por lo incierto de la situación; o tal vez no quería oir nada de nadie en realidad.

     Hizo un gesto con la mano, invitándome a seguirla, prosiguiendo con darle la vuelta. La ignore.

—¿Javier hace cuanto...?

—Silencio —susurró, volteado de costado—, o las enfermeras te verán, y te echarán.

     Sin entender del todo la situación, me límite a callarme, y seguirla.

     Frio hospital, silenciosas pisadas.

     Solo observaba a Victoria delante mio, guiándome a no sé donde por los pasillos.

     "Tal vez ella misma me llevara con mis padres, o Amanda,  alguna enfermera..."

—No debería estar diciéndote esto... —murmuró, con una voz casi susurrante, mientras subíamos las escaleras—, pero... fue hace un par de meses.

    

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora