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Amanda Lindgren.    
Parte 1.
Septiembre - 2014.

     "Es menor tu dolor al saber que aquel que amas no sufre. Es mejor cuando vive una mentira... Aunque te duela, no eres la prioridad siempre".

     Era el cumpleaños trece de Javi. Ya trece años; era un adolescente, había crecido muy rápido, y no sólo por la edad; se mostraba como un muchacho muy maduró para su edad, y eso me hace sentir orgullosa.
Estaba sentada en el comedor, rodeada de deudas y facturas; las peores armas que podrían estar rodeandome en ese entonces.

     Darío acababa de salir hace unos minutos, dejando un profundo silencio en la casa tras el portazo. De nuevo habíamos peleado. Estaba cansada, exhausta; no quería más eso; no quería más gritos, no quería más golpes..., no quería más Darío.

      Javi no llegaba del colegio hasta las doce, por lo que al escuchar la puerta abrirse no creí que fuese él.

—¿Qué pasó?

     Sé volteó a verme de un respingo; no esperaba verme.

—Ma-mamá, es que... —No podía creer que Javi mo estuviese en el colegio. Darío enloqueceria si al volver lo encontraba en casa.

     Me paré en frente de él con los brazos cruzados. Tenía la mirada baja, lo que me preocupo más que otra cosa. No estaba enojada en realidad, solo impaciente del por qué no estaba en clases.

     Inesperadamente empezó a llorar, sin ruido alguno, secándose con la manga de su muñeca.
     Me asusté ante esa reacción. ¿Qué había sucedido?

     Le empecé a formular preguntas, de las cuales no contestó ninguna; no mascullaba nada más que "lo siento", Y "no le digas a papá, se enojara".
     Finalmente al calmarse ya estando los dos sentados en el sofá, accedió a explicar.

—Perdón por saltearme las clases —dijo—. Mamá, en el colegio hay unos chicos en serio molestos, y... Es que ellos me han molestado un tiempo, pero... Pero no creo que fuera nada muy importante, después de todo: son así con todos, es..., es la forma de ser de ellos.

     Aún no entendía completamente; lo único que tenía claro era que le hacían bullying, pero ¿desde hace cuando?

—... Dicen que soy "poco hombre" —Hizo énfasis con un claro desdén.

     Javi nunca me había parecido "afeminado" —si es que a eso se refería —; si fuera así yo ya lo supiera; ya habría hecho algo con respecto a ello.
     Entre Darío y yo, Javi se parecía más a mi; pelo castaño, tez clara, nariz perfilada; incluso su actitud era la contraparte de su padre, y el reflejo del mío.

—Hoy se pasaron —prosiguió—; me dibujaron con vestido y lo pegaron en el pizarrón. En realidad eso no me afectó; me duele más saber que mis compañeros de clase son tan inmaduros como para reírse de eso —Hizo un mohin algo chistoso—. Pero... en el descanso empezaron a agredir físicamente... yo no quise pelear; no lo hice; es ridículo. Sólo les grite algunas cosas y huí...

     Me dolía escuchar eso; me sentí culpable sin saber ni el porqué, no podía creer que mi Javi tuviera que soportar tanto y aún mantenerse firme a quien era.

     En ese momento sentí me sentí una madre fatal... Y a toda hora en realidad. Sueño muy dura conmigo misma, pero... Un ambiente de peleas y gritos tanto en casa como en el colegio no era el ambiente que yo deseo para mi hijo.
     "No es tu culpa. Hay cosas que no puedes controlar ni cambiar (...)", dijo Javi una vez.

     Sí, sí es mi culpa. Soy débil. Te amo, y quiero que vivas en un entorno digno de tu luz... Pero no hago nada. ¡¿Por qué no hago nada?! Duele... Duele querer ayudar..., Pero estar en un círculo vicioso que, aunque agobiante, es todo lo que conozco. Tengo miedo...

     ¿En qué nos hé metido?

     ...

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora