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     "Admiro como aun con las alas rotas vuelas, y me enseñas a a hacerlo".

     Me asusté un poco al notar que estaba llorando, pues no había notado que sonreía. Creo que..., estaba feliz, pero feliz de verdad. O al menos eso espero.

—P-pero, ¿qué vendieron?, ¿qué hicieron? —Su sonrisa dulce e inocente; era sensacional verla, saber que a pesar de tantas lágrimas aún estaba ahí, siempre estuvo ahí.

—Hm, mis videojuegos —No me dolió decirlo, lo cual me enorgullece—; todas mis consolas y...

—¡¿Qué?! —Su inesperada sorpresa me hizo sobresaltar.

—¿Qué? —No pude ocultar una sonrisa nerviosa.

—¿tus videojuegos? Pero son muy importantes para tí —Frunció el entrecejo, con lo que parecía un profundo y sincero pesar.

—Tu me importas más.

     Sonrió de nuevo, bajando la cabeza en señal de vergüenza.

—Que gay.

—¡Hey!

     Quise parecer ofendido, pero su comentario oportuno solo me saco una carcajada. Él también rió. Fue agradable; sentir que estaríamos el uno para el otro, sentir por fin lo que era tener un amigo.

—Tambien contamos con la ayuda de Charly —comenté después.

     "Oh", dijo, abriendo ampliamente los ojos. Ya había pasado un tiempo desde que le conté de Charly.

—Que... ¡bien! Am... ¿Cómo fue eso?

     Era clara su curiosidad tras mencionar a Charly.

—Pues... Le mandé un mensaje, por lo que empezamos a chatear y así, luego una cosa llevó a la otra y... ¡sus padres se ofrecieron en donar una gran suma de dinero al hospital!

     Quedó boquiabierto.

—¿Puedes creerlo? ¡Que loco! —Me emocionó tantos buenos resultados.

     Esperaba que con su donación, los servicios en el hospital San Días mejoraran.

     Y así, fue.

     Rato más tarde, me preguntó si pensaba en platicar con Charly, y quizás así solucionar lo que ambos nos habíamos encargado en destruir: nuestra amistad.

—Siento que las cosas entre nosotros no volverán a ser como antes —Le comenté tras su pregunta—, y está bien, he aprendido que no me debo aferrar al pasado. Am... Y sí; espero que platiquemos y lleguemos a un acuerdo de qué paso, y qué pasara.

      Sonrió con ternura. Pareció orgulloso; o al menos eso me gusta creer.

—Hey, ¿cuando es que cumples años? —pregunté, cambiando de nuevo el tema.

—Dieciséis de septiembre.

—Diesciséis de... —analicé un instante—. ¡¿Ayer?!

     Asintió con una sonrisa cerrada y los ojos abiertos. ¡Había cumplido años el día anterior y no lo sabia! Me sentí un mal amigo.

—Ay, lo siento por no venir durante tantos días.

—Tranquilo —Su actitud despreocupada y modesta era agradable—, está bien si no puedes venir; son tus vacaciones y tienes otras cosas que...

—¡No tengo otras cosas que hacer! —exclamé entre risas, sincero e irónico—. Estas vacaciones no he hecho más que comer palomitas frente a la tv, además de hablarte.

    "Incluso yo en esta camilla soy más productivo que tú", dijo, con una sarcástica sonrisa en el rostro.
     Me alegro que estuviese de tan buen humor.

     La señora Lindgren también se habia alegrado bastante, incluso me abrazo;  a los tres en realidad. A mamá y papá no les pareció bien la idea de vender mis cosas, ya que saben lo mucho que significaban para mí, pero me apoyaron al explicarles a qué se debía mi idea.

     ¿Tres a cinco años? Javier es más fuerte que eso, lo .

     Tengo fe.
    

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora