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Víctor

     A través de la ventana borrosa, lograba visualizar, entre la oscuridad de aquella noche de mi cumpleaños, las veloces luces amarillas y rojas de los vehículos.

     Tan tranquilo...

     Estabamos en el cuarto de invitados en casa de mi abuelo. Mis primos y yo dormíamos en diferentes colchones, después de haber comido torta y reírnos un rato.

      Sentado al lado de la ventana, gire la cabeza observandolos así a ellos o las siluetas de lo que alcanzaba a ver. Dormidos.

      Era curioso, sus comentarios pesados no se habían repetido desde que mis padres se enteraron del acoso escolar que tuve, por el tema de Charly.
      Posiblemente, mis tías los regañaron, reclamandoles así que me dejarán de molestar. Claramente, después de que mi madre les contó en primer lugar.
      Aunque tal vez, simplemente no es así, y solo han madurado. O tal vez el que ha madurado soy yo.

      O tal vez....

—Victor —susurró Matt, el primo mayor—, ¿por qué carajos estas despierto? —con pasos sigilosos, esquivaba los colchones en los que reposaba los demás en el suelo.

—Sólo pienso —susurré también.

     Llegó a mi colchón, sentándose.

—¿Eh? —Hizo una expresión confusa, pero chistosa. Apenas el lado derecho de su rostro era iluminado por la tenue luz de la ventana.

—Nada —Reí bajamente, observando de nuevo las luces.

     En un profundo silencio, más no incómodo, Matt se sobó parte de su cuello, durante un largo bostezo.

—Entonces... ¿Ya dieciséis años, no? —dijo.

     Lo miré, jocoso.

—Doce.

—Idiota —tiró risueño—. Preguntó en serio.

     Afirme, entonces, la respuesta correcta.

—¿Qué más quieres preguntarme? —dije entonces.

—Pfff, ni que fueras demasiado especial como para andar de curioso en tu vida —comentó.

     Levante uno ceja, inconforme, por lo que sonriente, se decidió en proseguir.

—Bueno, si. Realmente quería saber que pasó con ese chico enfermo.

     ¿Preguntando por Javier?

—Eh, pues en realidad esta mejor, supongo —El cuarto se llenó por unos segundos de un intenso color rojo, por un camión pasando, haciendo también ruido a su paso —. Estará bien —proseguí—. Ahora todo mejorará por fin para él.

     No pude evitar mostrar una sincera  sonrisa de boca cerrada, la cual, para mí sorpresa, fue correspondida por él.

—Me alegra —dijo. Su actitud repentinamente preocupada me soroendio. Lo sentí, quizás, de nuevo como aquel primo con el cual jugaba y me desahogaba de pequeño—. Eh, qué es...? —señaló el papel que llevaba unos minutos conmigo, observándolo.

—Ah, es solo... Es solo un dibujo que me regalo, por mi cumpleaños...

     En ese instante me lo arrebata con algo de brusquedad.

—¡Hey!

—Schhhh —me calló.

     El dibujo, un lindo paisaje a lápiz, el cual tarde en entender de qué lugar se trataba: el parque donde platicamos hace ya un tiempo juntos, más específicamente la banca, rodeada de algunos árboles, frente a ese delgado árbol. Ahí, donde él me contó la metáfora del decierto y la fe. También, en el dibujo, estaban las siluetas de donde estábamos conversando ese día.

     Recuerdo que ere día, yo había hecho llorar a Javier, llevándole la contraria, e hiriendole sin entender bien el porqué. Pasé mucho tiempo creyendo de ese un mal recuerdo, pero él... Lo plasmó en un bello dibujo a blanco y negro. "feliz cumpleaños", decía la pequeña frase a una orilla de la hoja.

—Esto es impresionante —Asentí ante su comentario—, ¿te lo dio allá en el bosque, no? Junto a mi tía —preguntó, refiriendose a mi madre.

—Sí, fue... Fue divertido —Al instante, volví a recordar aquellos paisajes, aquellas luces, esos ruidos...—. Mi mamá le grito a un acantilado —añadí riéndome.

—¡¿Eh?! —amplio su sonrisa—, enloqueció o que pedo?

—Fue extraño, pero divertido. Te contaré...

     Acabábamos de hablar sobre su cambio de hospital, cuando llegaron ellas de entre los árboles...

    

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora