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Javier

"Que lejos hemos llegado, ¿no? Creyendo que sería corto".

     Un día mi tía comentó: "la vida es una oleada de ironia salada". Y que curioso es que esa frase haya sido tan profundamente cierta, cuando el contexto de ese entonces era justificar el porqué de tanta sal en el almuerzo.

     ¿Qué olerá así de mal?

     Para no asustarme, mi madre me repetia que no seria por mucho tiempo, que no me preocupara; "solo estaras en el hospital un tiempo..." decia ella, "y volveremos, se sentirá casi como simples visitas a allá".
     Y vaya sorpresa resulto al final...

     No recuerdo bien como deje este cuarto al marcharme. No lo he usado mucho desde entonces.

     Cuando el hospital se conviertio en mi nueva casa; y nuestro hogar, en un museo, donde solo observaba.

     Observaba un sitio cuyos objetos pertenecían a distintos recuerdos.

     Ironía.

—Cuando hayas encontrado el libro ven a acá —dijo mi mamá desde la cocina, cuya utilidad se habia vuelto casi nula desde que sus animos cayeron por los suelos, negándose así a cocinar, al menos no sola, por lo menos no para sí misma en una casa vacia y fría—, prepararemos juntos algo bien delicioso —dijo con tono entusiasta y dulce.

—¡De acuerdo! —respondí desde lo que en algún momento fue mi habitación. En la que crecí.

     observando aquel cuarto, parecia como si contemplara el escenario de una vida ajena, lejana a la mía .
Todo permanecia ahí, inperturbable. Incluso quizas intocable, como si de obras de cristal se trataran mis objetos, que al tocarlos se quiebran. Pero en este caso, se rompería el recuerdo de lo que en algún momento se vivió...

     ¿Pero qué es ese olor?

     Sobre mi silla de ruedas, con giro lento por la pesadez de mi cuerpo, llegue hasta un estante.

—"Aleph", de Paulo Coelho —murmuré al desenpolvar un libro que ahi posaba. Reí de medio lado—. Nunca lo leí —Me aburrió bastante ese libro. El concepto en torno al que giraba fue mucho para mí en ese entonces.

     No está en el estante.

     Seguí buscando el libro correcto en el resto de espacios.

     Este cuarto olia a manzanilla, ¿ahora por qué huele tan mal?

      Con lentitud de nuevo, pase frente al espejo sucio colgado en la pared, en forma ahuevada.

     "Solías verte mejor", musité a mi reflejo, frunciendo el entrecejo. Parecía un loco, pero las emociones que me despertaba el estar ahí, eran muy fuertes. Ya no importaba el actuar "normal", ya no importaba el ser feliz aparentar. Ya nada importaba.

     Quizas en la gaveta...

     Aunque en realidad, algunas sí importarían siempre para mí, a pesar de las circunstancias.

      Porque así somos nosotros: juramos ya no darle importancia a las cosas, ser por fin el muro fuerte producto de nuestras circunstancias. Pero en realidad, es solo el deseo de nuestro interior, la imagen de una fuerza deseada, pero queda en eso: un deseo.

     Abrí la gaveta del escritorio por fin.
Ahí estaba: el libro de recetas que buscaba.

     Que asco...

Agh... —En el interior, mas atras dle libro, había una lasaña a medio comer—, que horror —susurré—, ¿cuánto lleva esta cosa acá? —quiero vomitar.

—¿lo hallaste ya?

—¿Ah? ¡Ah, sí! Ya te lo llevo, mamá —cerré la gaveta rápidamente—. También encontré un poco de merienda. Por si quieres —Al llegar cerca de ella, extendi mi brazo, entregandole la comida.

—¿Qué es...? —Su mueca al echar un vistazo fue instantánea—. ¡¿De dónde demonios sacaste eso?!

     No pude evitar soltar una discreta risita, mientras ella se alejaba con mala cara.

—Creo que me la compraste hace meses.

    

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora