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     "También tengo voz, pero tu no lo entiendes".

     En octubre entramos a clases. A mí parecer fueron muy cortas las vacaciones. ¿Por qué son siempre más las clases que las vacaciones? Hay más trabajo que descanso.
     En diciembre, en las fechas especiales como año nuevo y navidad, toda mi familia se reúne y la pasamos bien. La verdad desde chiquito me ha emocionado esas fechas, pero esta vez solo me emocionaria si una idea nueva se llevaba a cabo.

—No vayas a partir más vasos, ¿Eh? Dudo mucho que los pagues —decia mi madre lavando la encimera mientras yo me encargaba de los platos. Era día de limpieza.

—Si yo trabajará podría pagarlos. Podría ayudarlos y...

     Soltó una risa sarcástica. Voltee a verla algo molesto.

—Ay Víctor —Ya no soy un niño. ¿Por qué no puedo trabajar? Al menos algo sencillo? Al menos en la tienda de mi abuelo.

     Quedamos en silencio. Solo se oía es sonido del cepillo  puliendo la superficie de la encimera, y uno que otro plato chocando entre sí.

—Mamá...

—No —dijo con cierta risita en su voz.

     Javier no tiene familia con la cual pasar la navidad.

—Pronto entro a clases —dije—, después sigue noviembre, y por fin diciembre...

—No necesito que me recuerdes los meses del año, querido —rozó el cepillo por mi brazo, risueña, deja solo algo mojado y con jabón.

—Lo que digo es que... —Me voltee neutralmente, limpiando mi brazo con la otra mano—, ¿por qué no invitamos a Javier?

     Hubo un silencio inesperado. Esperaba dijese que sí al instante.

—¿A la señora Lindgren le gustará la idea? —comento, con una expresión insegura, e incluso pesimista—. O sea, no creo que le guste estar rodeada de desconocidos.

—Javier me conoce a mi, le puedo presentar a mis primos.

—"Señora Lindgren", estoy hablando de su madre. Limpiar los oídos, estar bien sordo.

—Que ella no venga si no quiere.

     Soltó una leve carcajada; quedé confuso, y algo molesto pues sentí que no me tomaba en serio.

—Víctor. Victor, Víctor, Víctor. ¡Por Dios! —Fruncí el ceño sin saber que comentar—. A veces sales con unas cosas tan... —Tomó el puente de su nariz mientras reía entre dientes—. Querido, la madre de Javier no lo dejará venir solo. Además, ¿No son ellos la única familia que tienen acá? Dudo que ella vaya a desperdiciar estas fechas en las que podría estar con su hijo.

     "Que vengan los dos, yo convenzo a  Javier. Le gustará la idea, lo sé".

—Javier esta muy enfermo, Víctor —Lo sé—. No podrá venir. No vendra—Tomó una atmósfera más séria. Volteó de nuevo a la encimera; prosiguió con su limpieza.

     Debo admitirlo; me enfureció esa actitud de su parte. ¿Que sabía ella de Javier? "Yo soy su amigo, no ella". Su madre seguro estaría encantada con la idea; era mejor que estar los dos en un apestoso hospital donde Javier muere lentamente, donde gente se pudre aún con la esperanza de salir; al menos por un tiempo; por lo menos sentirse libre un rato... solo un rato.

—Iré al hospital y le preguntaré —Tragué saliva con algo de... ¿miedo? Nunca le he llevado la contraria a mi madre, y menos me he "mandado solo". Mamá enojada no es lo más bonito del mundo, por así decirlo.

     Volteó lentamente. "¿Con el permiso de quién, dices?", preguntó con una expresión sarcástica y jocosa; como ya me lo esperaba.

—Hm... —Mi mente quedó en blanco de repente.

—¿Y bien?, ¿ya te crees muy grandesito para hacer lo que quieras o qué? —Por suerte no estaba del todo enojada, en realidad parecía cómica—. ¿Crees que puedes traer a cualquiera a la casa sin mi permiso?

—Javier no es cualquiera.

     "Carajo".

     Entrecerró los ojos, ya sin sonreir. Ojeó el fregadero y prosiguio:

—Termina de lavar —Ese comentario me enfureció aun más; quería gritarle lo egoísta que estaba siendo. ¿Por qué era Si?

     Rindiendome, aún con un nudo en la garganta e impotencia acumulada, volteé a lavar de nuevo.

     Hubo un largo silencio después.

—Mañana temprano papá te lleva —Giré a verla con gran sorpresa evidente—. Sí Javier y su madre están de acuerdo nos acompañarán. Pero sí  no: No, ¿de acuerdo?

     Sentí un repentino cambio de humor de inmediato. ¡Pase de furia a euforia en un instante!

—¡Gracias! —La abrace fuerte, sin percatarse de mis manos con jabón sobre su camisa.

—Si, si —Retomó su actitud bromista y agradable—. Je... casi lloras.

—¡Mamá! Claro que no.

     Soltó una leve risa. "Claro que si, eres un bebe", dijo, rozando el cepillo mojado por mi rostro.

—¡Mamá!

     Ambos reímos, de nuevo como en un principio.


Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora