EPÍLOGO.

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19/08/26

Víctor Ramírez.

El bosque sigue tan hermoso como lo recordaba, tiene incluso mas vegetación que antes. Nos fue casi imposible el atrevesar los viejos senderos por tantos arbustos y flora.

—Toda esta marranada me da alergia —expresó Mateo tapándose la nariz.

   Nos reimos de su ocurrencia mientras esquivabamos flores y ramas.

—¿Seguro que sabes a donde vamos, Víctor? —Me cuestionó Luis, antiguo compañero de secundaria, y ahora, buen amigo.

   Lo miré, burlón, torciendo mi mirada con una gran sonrisa.

—Si desconfía de su lides mejor retirese, canaya —dije.

   Entre risas me insistían para que les dijera a donde íbamos.

—No seas asi, bebé —dijo Martina, mi novia, reposando en sobre un tronco, ante lo cual le respondi con ternura que casi llegaríamos.

—Guacala, las parejas hablan como retrasados —expresó Mateo.

   La caminata, a pesar del agotamiento, fue verdaderamente agradable, seguro te hubiera encantado. Se escuchaban aves, brisa y ardillas, parecía música natural. Pero, por supuesto, no se oia mucho por nuestras carcajadas y comentarios estúpidos.

   Seguramente te estarias riendo de nosotros ahora mismo.

—¡Woaaaaaah! —exclamó Martina al ver aquel paisaje al que por fin llegamos. "No te acercas mucho a la orilla", le advertí.

—¡Cielos, pero que pasada! —Luis sacó su celular para tomar fotografías de las enormes montañas que mas allá del acantilado se asomaban.

—Demonios, esperaba algo como una cueva con osos, pero esto esta bien —refunfuño Mateo entre risitas.

   Los cuatro nos acercamos las barras que separaban nuestra vida con una caída de metros y metros abajo.

—¿Nos lanzamos o qué?

—¡Mateo, por Dios!

   Soltamos todas nuestras preocupaciones entre risas e insensateces, como ti tuviéramos de nuevo quince años, pero siendo adultos.

   Sacamos de nuestras mochilas la manta y comida, haciendo un agradable picnic mientras el sol desaparecía.

—¿Alguien recordó traer carpa? Por qué yo no —Cuestionó Luis. Nadie pareció recordar traer una tienda para acampar hasta el día siguiente.

—yo sí —todos alegres felicitamos a Martina por su colaboración —pero Luis y Mateo dormirán afuera en sus gusanos, yo dormiré adentro con Víctor—Desconformes empezaron a quejarse y tirarle los bordes de sus sándwiches mientras ella se ahogaba en carcajadas.

   Que hermoso es el sentarme en paz, sentirme rodeado de aquellos a los que quiero y me aprecian. Que hermoso es saber, que aunque el futuro lo desconozco, el presente es como una bella escultura moldeable, con los colores mas vivos que haya visto jamás.

   Al levantarnos, los acerqué a todos de nuevo a la orilla, y con entusiasmo los invité a gritar frases.

—¿Frases? ¿Cómo qué?

—Cualquier cosa que le quieran decir a alguien en especial, pero sin decir su nombre —expliqué— , y el universo se encargará de hacerle saber eso a aquella persona.

   Asi fue como en aquel lugar tan especial, donde oí una de tus últimas palabras, compartí la tradición que tu madre y tía solían realizar.

   Mateo, energético, agarró con firmeza la barandilla y fue el primero en gritar.

—¡APRUEBEME LA MATERIA, NO SEA ASIIIIIIII!

   Tras burlarnos de su "muy profunda frase", Martina fue la siguiente.

—¡TE AMOOOOOO!

—Ya me imagino eso para quién es —murmuró Luis, mirándome con cara pícara, ante lo cual solo reí.

   Después, tras analizarlo más de lo esperado, él por fin se animóa gritado algo.

—¡Por fin se te ocurre algo! —expresó Martina—, un minuto mas y te juro que me lanzaba.

   Callandola, prosiguió.

—¡PERDONAMEEEE, NO QUISE QUE TERMINARÁ ASIIIII!

   Nos vimos con caras menos entusiastas. Aquella frase de Luis seguramente era para su ex, a la cual, por un mal entendido, le rompió el corazón.

   Con una mano en su hombro, Mateo lo consoló. "Madure de una vez", fueron las dulces palabras con las que lo calmó.

—Bebé, ¿no gritaras algo tú?—me preguntó ella—, será chistoso, pues nunca te he oído grita -soltó una risita.

   Sin pensarlo dos veces tenia muy en claro qué le encargaría al dirigir hasta el más allá.

   Espero que me hubieras oído.

—¡GRACIAAAAAAAS!

Dame alas para volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora