49. PLÁCIDAMENTE DORMIDO

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La alcoba estaba en penumbra, un buen fuego ardía en el hogar, y el guerrero yacía en el lecho. La curandera ya se había marchado, llevando con ella todo lo que había traído, y solo estaba allí Malcolm, sentado en un taburete y de cara a la chimenea.

—Ah, muchacha. Por fin llegas. El grandullón preguntó por ti.

—¿En serio? —musitó alarmada, acercándose a la cama. Pero Janick estaba plácidamente dormido.

—Él despertó un instante y habló, dijo tu nombre.

Robbie masculló un «joder» por lo bajo, le hubiera gustado estar ahí cuando él había abierto los ojos. Afortunadamente, parecía que Janick descansaba libre de todo peligro.

—Si lo deseas, puedes irte. Yo me hago cargo a partir de ahora.

Malcolm se levantó del lugar que ocupaba y fue hacia la puerta, Robbie fue hacia él y lo detuvo poniendo una mano en su brazo. Malcolm miró de soslayo el lugar donde ella lo estaba tocando y después la miró a ella.

—Gracias, Malcolm.

—Milady... —murmuró él haciendo una ligera reverencia, entonces se marchó.

Robbie miró alrededor, no entendía a esta gente, la trataban como a una dama, como si perteneciera a la nobleza. Nada más lejos de la realidad. Y daba igual las veces que les dijera que estaban equivocados, ellos seguían con el tratamiento de cortesía.

Fue hacia la cama y subió para acomodarse junto al guerrero. Estaba realmente cansada, después del adiestramiento y de la angustia por la gravedad de las heridas de Janick. No hubo de pasar mucho tiempo antes de que la venciera el sueño.

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