88. SEGURA Y PROTEGIDA

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Ya no sabía qué hora podía ser cuando llegaron a su destino. Estaba muy cansada a pesar de que había dormitado intermitentemente durante el resto del camino.

Se había sentido segura y protegida por su compañero de montura, de ahí que se hubiera atrevido a cerrar los ojos en diversas ocasiones. Además, agradecía que éste no le hubiera dicho nada al respecto del enfrentamiento que había tenido con el imbécil.

Llegaron al patio de un castillo similar al de los MacCunn, pero con las piedras ligeramente más claras, sin duda, provenientes de otra cantera.

Se sorprendió pensando en estas banalidades cuando debía estar temiendo por su vida. Finalmente iba a conocer la razón de su secuestro.

—¿Podrás mantenerte en pie cuando te baje del caballo?

La pregunta la pilló desprevenida, hacía tantas horas que habían estado en silencio que escuchar su voz ronca la sorprendió.

—Supongo que sí, pero no estoy segura.

—Bien. De todos modos, no te separes de mi lado.

Supuso que lo decía para que no tuviera otro encontronazo con el guerrero de los dientes podridos.

Como ya era habitual, todos la miraron cuando se percataron de que usaba ropas inglesas, como solían decir. Una mujer con ropa inglesa de hombre era una anomalía en estos tiempos.

Siguió a su compañero de viaje hasta el interior de la fortaleza, allí había un nutrido grupo de guerreros luciendo los colores del clan.

Reconoció al hípster de la otra vez, «el barbas» lo apodaron su prima y ella, no recordaba si alguien había dicho su nombre en algún momento. También estaba con él «el bola» y ese que se parecía a la tía Greta de su prima.

Junto al fuego había un hombre mayor que le era vagamente familiar, cosa poco probable en aquella época, pero que ya le ocurrió cuando vio por primera vez al de las barbas.

—Vaya, a quién tenemos aquí.

El tipo mayor, no se veía muy desmejorado para ser tan mayor como decía Connor, aparentaba unos sesenta años muy bien llevados, el tipo sugar daddy como ese millonario que estaba tan de moda en las redes sociales. Le faltaba un poco de pelo, eso sí, pero era bastante atractivo... si te gustaban los hombres de esa edad.

—¿Quién se oculta detrás de ti, Gavin?

«Oh, vaya, con que Gavin» pensó Robbie antes de que alguien le propinara un empujón y ella diera un traspié hacia delante. Se volvió a ver quién había sido, como no, el imbécil de los dientes podridos.

—Hijo de puta —murmuró sin poder contenerse, el tipo dio un paso hacia ella pero ¿Gavin?, Gavin lo contuvo.

Robbie se giró, siendo consciente de ser el centro de atención entre todos aquellos hombres.

—Aquí estoy. Ya que te has tomado tantas molestias en traerme hasta aquí, imagino que me dirás el motivo de ese interés.

El silencio se podía cortar con un cuchillo.

—Salió brava la muchacha —se rio el viejo y todos secundaron la carcajada. Robbie miró alrededor sintiéndose el hazmerreir de todos ellos. Mantuvo la calma puesto que no había manera de que aquellos la tomaran en serio. Gavin, observó, no participaba en el jocoso momento.

Ella sonrió y miró a la cara al viejo mientras negaba con la cabeza.

—Me sorprende que necesites a toda esta gente para sentirte importante. ¿O para darte valor?

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