66. GACHAS DE AVENA

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La realidad golpeó a Dee-Dee al día siguiente cuando fue a cargar la batería del teléfono móvil y descubrió que aún no se habían inventado los enchufes.

La realidad volvió a golpear a la inocente de Dee-Dee, cuando bajó al salón y llegó a la cocina para darse cuenta de que el café era una cosa que aún no se tomaba en la Escocia de este tiempo.

Recibió un nuevo golpe de realidad cuando vio que el desayuno consistía en una especie de gachas de avena, y que la leche fresca no entraba dentro del menú del desayuno.

Anotó mentalmente ir a su tiempo y hacerse con un paquete de café molido, y otro paquete de pan de molde, aquí iba a pasar más hambre que el que se perdió en la isla.

—¿Qué hay, prima?

Robbie entró en la cocina, radiante como una novia después de la noche de bodas. Y con razón, debió de pasar un buen rato con el buenorro de su prometido.

—¿Tú desayunas estas cosas?

Robbie sonrió como la que es conocedora de un gran secreto.

—Buenos días, Margot —saludó a la cocinera, y ésta le sirvió una rebanada de pan moreno con una fina capa de mermelada por encima, y un poco de leche en un recipiente de barro cocido, al que ella misma agregó una cucharada de miel para endulzarlo—. ¿Puedes poner otra ración para mi prima?

Margot preparó otro rico manjar para ella y las dejó sentarse a la larga mesa que había en la cocina, donde otras mujeres se afanaban preparando comidas.

—Dios mío. Pobre pollo —gimió Dee-Dee cuando vio a una de esas mujeres desplumar sin piedad al ave.

—¿Y de dónde crees que viene la carne que comes? ¿Del supermercado?

Robbie rio de su propia broma, y Dee-Dee deseó echarle la leche por encima.

—Ya sé que no viene envasado. Pero no me gusta pensar que sufren tanto antes de llegar a la tienda.

—Pues es así —respondió Robbie con petulancia, luego se puso seria—. A mí me ocurrió como a ti, es más, yo tuve que desplumar a un pobre pollo que no me había hecho nada.


—¿Y aquí qué se hace para divertirse? —preguntó Dee-Dee una vez con el estómago lleno.

Robbie se levantó y salió al exterior siendo seguida por su prima, que se quedó alucinada cuando vio a los guerreros ejercitarse.

—Dios bendito. He muerto y estoy en el santuario de los dioses. Benditos ojos que ven todo esto.

—Cierra la boca, Dee.

Dee-De ese dio cuenta de que se había quedado pasmada, pero esto era su fantasía hecha realidad, estar rodeada de tipos macizorros.

Ser plenamente consciente del sitio y la época en que estaban era una ventaja que Robbie no había tenido en su momento. Ella osciló entre creer que estaba loca, que estaba soñando, que era un set de rodaje o una panda de lunáticos.

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