75. COSA DE MAGIA

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Acomodado en el lecho, Connor repasaba los últimos acontecimientos. Había viajado en el tiempo hacia el futuro, parecía cosa de magia, otros dirían que era brujería.

Fue extraño dejarse guiar y aconsejar por un par de mujeres, ellas habían tomado el mando, incluso sus propios soldados habían obedecido. Ni cuestionaron las órdenes dadas por ellas. Pobres Brian e Ian, estaban aún más sorprendidos que él, que se tenía por un hombre de mente abierta. Sin embargo, habían hecho su trabajo, protegerlo a él y a las damas

Desnudo en el lecho, se tocó las zonas del vientre donde los ¿cirujanos? Habían insertado unos extraños instrumentos, y él no había sentido ningún dolor. A través de una «pantalla», menuda palabra, había visto lo que hacían dentro de su cuerpo.

Qué muchachas más valientes, cuidando de él como dos guerreras, suponía que las mujeres de la época actual, no eran damiselas débiles necesitadas de un hombre para su sustento. Eran mujeres como las campesinas, las que faenaban en el castillo, fuertes y capaces, pero con una libertad e independencia que no poseían aquí en su tiempo.

Y esa pequeña Dee-Dee, Malcolm parecía interesado en la muchacha. El bueno de su amigo era un mujeriego, apuesto y encantador, pero no parecía dispuesto a ocupar siempre el mismo lecho. Por ello, pensaba que él mismo podría tener una oportunidad con la pequeña duendecilla.

Cansado de descansar, se envolvió en el tartán y bajó al salón. Se le había despertado el apetito y esperaba poder llevarse algo a la boca para adormecer la bestia que gruñía en su estómago.

D.D llevaba un buen rato en el salón, el hogar se mantenía encendido y ella no tenía ni pizca de sueño, ni siquiera estaba cansada. Los acontecimientos de los últimos días la mantenían en vigilia y le hacían plantearse varias posibilidades.

Ya sabía el coste de pedir un favor a su tío Jamie. Menuda sabandija. ¿Cómo se atrevía a exigir el anillo Bradach? El muy sinvergüenza, ya se decía que era extraordinario que su tío hubiera patrocinado la búsqueda de Roberta. Como decía su madre, «no da puntada sin hilo».

En el caso de que su prima accediera, algo de lo que había dado su palabra, se deducían varias opciones, y ninguna de ellas era demasiado atractivas por sí solas.

Estaba la opción de regresar las dos a su tiempo, o también quedarse ella en esta época y que se marchara Roberta. O que se quedase su prima y ella marchara a entregar el anillo. Todas eran ideas interesantes, pero no para que fuesen definitivas.

Una cosa era quedarse atrapada en una época porque no se podía volver o porque se había extraviado la llave de volver. Y otra muy distinta era quedarse aquí a propósito y sin posibilidad de regresar. La urgencia de Connor había puesto de manifiesto las carencias de este tiempo remoto. No era factible morir por una infección que en el presente podría ser atajada sin más complicaciones.

Confusa, manejó su smartphone distraídamente, había cargado la batería mientras estuvo en el hospital, en la sala de espera. Había hecho unas fotos de los dos soldados custodiando la puerta a la zona de quirófanos, parecían sacados del set de rodaje de una película. Lo bueno del siglo veintiuno es que ya nadie se sorprendía de nada.

—¿Problemas para conciliar el sueño?

Totalmente desprevenida y asustada por aquella voz tan cerca de ella, el teléfono escapó de sus manos y dio varias volteretas en el aire antes de ser atrapado por una mano masculina.

—Joder. Menudo susto —gimió D.D con la mano en el pecho, sintiendo que el corazón golpeaba con fuerza contra su esternón. Connor sonreía.

—Siento haberte asustado. A veces olvido que soy demasiado sigiloso.

—Supongo que ese debe ser un rasgo vital para ser un buen guerrero.

—Bueno. A cada época habrá un rasgo que resultará vital para sobrevivir. ¿Qué me dices, Dee-Dee? ¿Qué se necesita en tu tiempo para sobrevivir?

La chica se acomodó en el asiento y lo miró un instante, luego desvió la mirada al fuego que ardía en el hogar.

—En mi tiempo, para sobrevivir debes tener un trabajo, un buen sueldo. Hay que sobrevivir a los impuestos... Aquí la vida es muy simple en comparación.

—¿Te gustaría instalarte en mi tiempo?

—¿Qué aliciente podría tener en esta época?

—¿Qué me dices del aliciente de ser mi esposa?

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