22. EXTRAÑOS SERES SIN ROSTRO

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Robbie despertó sobresaltada. Había tenido un sueño horrible en el que deambulaba por el bosque, y era perseguida por unos extraños seres sin rostro.

Abrió los ojos y no se sorprendió de encontrarse en el bosque, envuelta en un paño de olor acre, y aterida de frío.

Así que no había sido una pesadilla, o ésta estaba durando demasiado.

- Vamos allá -se dio ánimo a sí misma, se puso en pie e hizo algunos estiramientos que recordaba de cuando hacía zumba.

El estómago, más que gruñirle, le increpaba clamando algo de alimento. Una urbanita como ella, era incapaz de obtener su propio sustento de la naturaleza.

Deambuló por los alrededores, registrando cada árbol y arbusto. Ni siquiera sabía que frutos eran propios de esa zona y época del año. Se conformaba con cualquier baya, algo silvestre. Lo que fuese.

- Almendras -gimió cuando su mente evocó una imagen y sus papilas gustativas la bombardearon con el recuerdo de su sabor.

Desanimada y muerta de frío, decidió que lo único que le restaba era avanzar a ver si encontraba un río, un lago, ¡una carretera!... una población.

* * * * *

Debió caminar más de lo que tenía imaginado, absorta como estaba en evitar las piedras puntiagudas para no hacerse más daño en las ya lastimadas plantas de sus pies.

Había rasgado dos trozos de tela de su manta contra una rama especialmente espinosa, y había improvisado una suerte de pantuflas protectoras.

Se dio cuenta de que el sol había cambiado de sitio y se acojonó ante la idea de pasar otra noche al raso. Cuando miró al frente se encontró con que se adentraba en un páramo, solo unos pocos árboles se arracimaban aquí y allí, y el camino no era más que una línea en el suelo por donde no crecía la hierba.

¿Dónde estaban las carreteras? Algún tendido eléctrico, cualquier valla metálica delimitando el terreno...

El suelo retumbó bajo sus pies, y se volvió asustada mirando a uno y otro lado. Parecía el galope de caballos. Corrió a refugiarse de nuevo en el bosque, que ya no estaba tan cerca como creía.

En lo alto de la colina apareció un pequeño grupo de jinetes, eran cuatro, y se les veía igual de bestias que los otros.

En un instante estaba corriendo despavorida, y al siguiente, era rodeada por ellos.

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