79. SE AVECINAN PROBLEMAS

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—Se avecinan problemas —confesó Janick en el lecho a Roberta—. Estos McTavish son un poco...

—Gilipollas —completó su mujercita en su idioma tan florido. No parecía inglés, así que esa palabra debía pertenecer a cualquier otro.

—No sé qué significa, pero seguro que tienes razón.

Se colocó sobre ella y la penetró lentamente. Su damita siempre estaba dispuesta y preparada para acoger su extensión.

—Eres tan hermosa —le susurró al oído mientras entraba y salía de ella—. Me haces tan feliz...

Nunca pensó que conocería a alguien como ella, ni siquiera soñó alguna vez que habría una mujer para él.

Cuando derramó su simiente en su interior cayó en la cuenta de que nunca había pensado en la posibilidad de que quedase embarazada.

—¿Te gustaría crear una familia?

Roberta se arrellanó entre sus brazos y suspiró complacida y relajada.

—Si tuviese la intención de ser madre, me gustaría que tú fueses el padre de mis hijos.

Aquellas palabras llenaron de orgullo y el corazón del guerrero, pero luego cayó en la cuenta de la expresión que ella había utilizado.

—¿Acaso no tienes intención de ser madre?

Robbie le dio la espalda y se acomodó contra su recio pecho, el trasero anidado sobre sus partes nobles.

—La verdad es que no he tenido muy buena experiencia siendo hija, como para brindar lo mismo a otra criatura.

—Yo pienso que tú lo harías mejor.

Robbie se sintió halagada por esas palabras y esa fe en ella. Se había criado como una niña no deseada, sus padres apenas se habían preocupado de la chiquilla silenciosa que apenas demandaba atención.

Y ya de adolescente, había ido a internados para no molestar demasiado a unos padres muy ocupados. Mientras la mayoría de chicos se revelaban ante la idea de ser internados en uno de estos colegios, para ella había sido una liberación.

—¿Cuándo vas a querer casarte conmigo? ¿O es algo que ya no entra en tus planes? Como dijiste... «no tienes intención».

—¿Tan importante es para ti? —preguntó volviéndose de nuevo en sus brazos, Janick estaba serio.

—No debería necesitar ese tipo de vínculo contigo, pero no puedo evitarlo. Siento como que vas a desaparecer en cualquier momento con ese anillo.

—¿Y si aun siendo tu esposa, finalmente me marcho para no volver?

Janick le tocó la mejilla, levantó la cabeza y la besó tiernamente.

—En tal caso, sabré que allá donde estés me perteneces y yo a ti.

Los ojos de Robbie se llenaron de lágrimas, pensó que tal vez sería la primera vez que llorase en mucho tiempo. No era una mujer de lágrima fácil, Janick besó sus ojos húmedos.

—En ese caso, me convertiré en tu esposa mañana mismo. Haz los preparativos oportunos.

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