25. UNA CAMPESINA ESCOCESA DE LA EDAD MEDIA

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Más tarde, Robbie bajó al salón caracterizada como una campesina escocesa de la edad media. Debajo del vestido se había dejado el pantalón del pijama porque hacía bastante frío. Y era preferible andar descalza porque las zapatillitas que llevaba parece que lo mismo servían para un pie que para otro.

Se separó de las chicas y acudió en busca de Liam, en cuanto lo localizó junto a un hombre más mayor.

-Oye, Liam...

Le dio unos golpes en el hombro y éste se volvió de inmediato con cara de extrañado.

-¿Sí?... Oh, vaya, Roberta Connelly, estás irreconocible.

-Cierto. -Ella sonrió pese a que no lo había comprobado, pues se ve que por allí no se estilaban los espejos-. Me preguntaba... Quién me podría llevar a casa.

Minutos más tarde, salía del castillo indignada, tropezándose con la falda del vestido, y renqueando con unas zapatillas insufribles.

-A la mierda. -Se descalzó y caminó tan solo en calcetines.

De manera que alli nadie sabía dónde estaba Crasnaigh, como si lo hubieran borrado del mapa. Pues bien, no necesitaba la ayuda de nadie, siempre había sido independiente y autosuficiente, no había razón por la que no pudiera seguir siéndolo.

Si tan solo supiera dónde estaba ahora mismo y hacia dónde debía dirigirse... Tropezó y cayó en el camino, estaba haciéndose de noche y su instinto le dictaba que no era buena idea la de aventurarse a oscuras. Pero su cabezonería no conocía límites.

Nuevamente tropezó y cayó al suelo, pero esta vez sintió un dolor ardiente en la palma de la mano derecha, a la escasa luz del atardecer observó la brecha de la brotaba un hilo de sangre.

-Mierda -masculló contrariada, mejor no mirar la sangre o probablemente se desmayase.

-Hola.

Al camino salió un chico casi tan alto como ella, y delgado como un palillo. Tenía cara de niño grande, pero lo mejor de todo es que hablaba en inglés. Un punto para él.

-¿Hablas mi idioma?

-Un poco. Pero esa palabra de antes no la entendí.

-Sí, bueno. No era en inglés.

La mano le ardía y le impedía pensar con claridad.

-Oh, estás herida.

-Sí, pero no tiene importancia. es solo un rasguño.

Pero las punzadas le estaban produciendo nauseas y ya no se sentía tan decidida e independiente.

-Ven conmigo. Eso hay que curarlo. -Tiró de su otra mano e hizo que lo acompañara-. Iremos donde Catriona.

Robbie se sintió agradecida. Por fin alguien que sabía lo que hacía. Pero cuando iban a entrar en una destartalada cabaña, se dio cuenta de que no tenía aspecto de enfermería ni de nada parecido.

«Vale» se dijo, «le daré un voto de confianza». Pero el interior no era mucho mejor. La tal Caitriona era una mujer más vieja que el mundo, con los ojos descoloridos, blancos, como antes cuando la gente no se operaba de cataratas. Y removía un puchero colgado sobre el fuego del hogar.

El chiquillo saludó a la anciana en su idioma y llevó a Robbie junto al fuego.

-Veamos esa herida -dijo el muchacho como si supiese lo que estaba haciendo -. Es un buen desgarro y para que sane bien hay que coserlo.

-¿Qué?

Robbie se apartó de él y caminó hacia la puerta dispuesta a buscar un médico.

-¡Espera, deja que lo cosa!

-¿Estás loco? ¿Cómo crees que voy a dejar que hagas algo así? Esta aventura ya se está haciendo cansina.

Salió de la cabaña y caminó hacia el castillo, por allí debía haber alguien con autoridad suficiente como para detener todo ese absurdo tinglado.

En la puerta chocó con Liam que la agarró de los hombros antes de que cayera al suelo.

-Estás sangrando. -Le tomó la mano y, como hiciera el chiquillo, la guió junto a la chimenea -. Tienes un corte horrible.

-Sí, lo sé. Necesito un médico.

-Cedric se puede ocupar de esto.

«Al fin un médico» pensó aliviada.

-¿Quién es Cedric?

A un gesto de Liam, el chiquillo de antes se acercó con timidez.

-«¡Venga ya!» ¿Estás de broma? Él no puede hacer algo así. Es un niño.

Ambos la miraron impertérritos, como si el hecho de que una criatura suturase una herida fuese algo usual.

-Es el mejor. Apenas notarás nada. No es la primera vez que lo hace -justificó Liam ofendido.

-Estoy alucinando.

Se separó de ellos, de pronto, asustada de encontrarse entre un grupo de lunáticos.

-Quiero ver a quien dirige todo este... circo -exclamó señalando a su alrededor -. O llamaré a la policía. -No se le escapaba que no tenía manera de llamar a las autoridades. Ni siquiera había visto un signo de civilización actual: un grifo, un interruptor... -Vale, vale. Sois una panda de lunáticos.

-¿A dónde vas a ir?

Liam la seguía de cerca mientras ella se alejaba, usando el camino de la vez anterior. Las punzadas en la mano eran insoportables y estaba mareándose por momentos.

-Para empezar no tendría que haber puesto un pié en este país.

-Roberta, espera. Quiero ayudarte.

Se detuvo, más que por obedecer la orden, porque todo se estaba desdibujando alrededor. Se volvió de frente a Liam y vio varias versiones del mismo. Él extendió la mano.

-No me toques, ni tú ni tu hermano gemelo.

-¿Mi hermano?

-Sí. Ese que está a tu lado y es igualito a ti. Estáis todos como un cencerro.

-Ven. -La tomó por la mano sana y ella se dejó hacer. Esaba sintiéndose muy mal y tenía la impresión de que iba a caerse al suelo.

Dio dos pasos y las piernas dejaron de sostenerla, entonces la total oscuridad se cernió sobre ella.

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