105. SU ROSTRO RELAJADO

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Cuando Robbie acudió a visitar a su esposo, él ya había sido trasladado a una de las habitaciones. Señal de que estaba en vías de recuperarse.

Estaba dormido, su rostro relajado y su tez ligeramente sonrosada, con esos parches de rubor en las mejillas de cuando estaba en un lugar cálido.

Se sentó en una silla a los pies de la cama, sin atreverse a hacer ningún ruido por temor a despertarlo de su plácido sueño reparador.

Recapitulando, resolvió que todo era por su culpa, Janick había ido a ajustar cuentas con su tío Jamie y todo a causa de ella. ¿Y si él hubiera muerto? Ella habría huido de ese tiempo y ese lugar, pero su corazón estaría roto en mil pedazos.

Él abrió los ojos, parecía que aún dormía puesto que miraba sin ver.

Se mantuvo en silencio y quieta tanto tiempo como pudo, ¿habría dejado de amarla después de todo lo sucedido?

Janick supuso que no había nada peor que encontrarse solo en un lugar que no conocía y en el que no sabía manejarse, además de estar indefenso y débil.

Había despertado rodeado de extraños, oyendo su propia lengua pero que sonaba distinta, por lo que apenas había comprendido nada, y más teniendo en cuenta que su cabeza estaba envuelta en una bruma.

Estaba dolorido y débil, y había tenido que refrenarse para no luchar contra todos y contra todo.

Era consciente de que estaba en el lejano tiempo de Roberta, lo que descubrió la primera vez que abrió los ojos. Supuso que éste era el único lugar donde habían podido luchar por su vida.

Al abrir los ojos de nuevo supuso que estaba dormido aún. Parpadeó y enfocó la mirada en la mujer que tenía enfrente, al otro lado de la alcoba.

Ella sonrió y él sintió que se calentaba por dentro.

—Bienvenido al mundo. —Se acercó luciendo una amplia sonrisa.

Ella parecía temerosa de tocarlo, en sus ojos había lágrimas no vertidas y brillaban como dos luceros.

—Ven, acércate y bésame.

La esperó con ansias hasta que Roberta se aproximó y la envolvió con el único brazo libre y sano. Pero ella, lejos de besarle, derramó contra su pecho las lágrimas contenidas.

—Oh, dios mío, Janick. Pensé que te había perdido para siempre. Te amo — musitó contra su piel.

Hubo de esperar unos minutos hasta que se vació de las emociones más fuertes y luego se incorporó un poco para depositar un ligero beso en sus labios.

—Como siempre, mi guerrera cuidando de mí. Gracias por devolverme la vida.

—Pero yo no hice nada —se justificó, y se encaramó a un lado del cómodo lecho, lo abrazó a pesar de toda la parafernalia.

—Si no fuese por mí jamás te habrías puesto en esta situación.

Tiró de ella para encararla.

Así que era esto lo que la apenaba, por ello esa tristeza en sus ojos.

—Escúchame. Si no fuese esto hubiera sido otra cosa. Así es la vida de un guerrero en las Highlands en mi tiempo. —Roberta lo miraba nuevamente con los ojos desbordados de lágrimas—. Prefiero mil veces morir por ti que jamás haberte conocido.

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