32. ARREARLE UN BUEN MAMPORRO

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Después del gélido baño, Janick se dirigió a la zona donde los guerreros se ejercitaban para el combate. El baño no había terminado de atemperarlo y necesitaba desahogarse de algún modo.

Malcolm y Connor estaban allí,  la sonrisa del primero lo sacó de quicio. Realmente,  cualquier gesto de Malcolm hacia él  le provocaba  arrearle un buen mamporro.

—Extraña hora para darse un baño.

—Mm —le respondió evitando decir ni una sola palabra.

—¿Y tu mujercita? —insistió—, ¿ya ha conocido a tus otras compañeras?

Janick pasó por su lado y lo empujó por el hombro, pero solo consiguió que su amigo soltara una carcajada.

—Mírala,  ahí está.

Efectivamente,  allí mismo estaba su futura esposa, observando cómo el resto de guerreros luchaban.

Ella no le había visto llegar y eso era bueno, le daba la oportunidad de mirarla a placer. Estaba seguro de que él iba a salir ganando con el emparejamiento. Roberta no tenía nada que ver con las mujeres del clan. Era decidida, valiente, sin miedo a nada. Incluso le hizo frente a él,  sin demostrar temor.

Roberta se volvió y sus miradas quedaron trabadas, caminó hacia él  con una gracia que antes no había sabido apreciar.

—Dijiste que me enseñarías a manejar bien la espada.

—Tú ya sabes manejar la espada —adujo recordando que la había visto ejercitarse allá en el otro clan.

—No es suficiente.  Quiero ganar a los MacKenzie.

Roberta se giró buscando un lugar donde practicar.  Tiró de la mano de Janick e hizo que la siguiera.

—Esos perros no son tu problema,  vas a ser mi esposa. Yo cobraré tu deuda.

Roberta extrajo la pesada espada de Janick y éste la dejó hacer, la vio blandirla con cierta destreza.

—La verdad es que me gustaría valerme por mi misma, no necesito un príncipe encantado que libre mis batallas.

Janick la miró con ese gesto tan de cachorrillo que ella estuvo a punto de derretirse, pero después de lo ocurrido en la alcoba, tenía que andarse con ojo. Lo que menos necesitaba ahora mismo era caer en sus redes.  Lo principal era recuperar el anillo Bradach.

Dejó que Roberta  se pusiera a imitar los movimientos de los hombres que estaban más cerca. Ella era ágil aunque la espada era demasiado pesada para que la empuñara adecuadamente. Era capaz de repeler un ataque,  incluso intentar algun avance,  pero necesitaba conocer fintas y lances como cualquier luchador con cierta experiencia.

Supuso que todo lo que sabía lo había aprendido de aquí y de allí en el otro clan. Nadie se habría puesto con ella a enseñarle cómo debían hacerse las cosas.

—Veo que tu mujercita quiere ser una guerrera.

—Ella puede ser lo que quiera. —Se sorprendió a sí mismo al oírse decir esas palabras. Incluso sonrío como un bobo, jamás se le hubiera ocurrido que una mujer pudiese elegir qué quería ser y hacer con su vida.

Quizás imponerle un matrimonio no era una idea muy acorde con su recién adquirida mentalidad.

—Parece que el noviazgo hizo entrar un poco de cordura en esa cabezota que tienes. —Malcolm siempre cebándose con él  con ese tipo de comentarios que a veces ni comprendía.

—Cualquier día te rajaré la garganta y te haré un bonito lazo con tu lengua.

—Pero si te he hecho un halago. "Halago" es bueno, amigo Janick —insistió Malcolm yéndole detrás.

Connor se alejó dejando a sus dos amigos discutiendo y mirando embobados a la chica guerrera.

La verdad es que era una muchacha de armas tomar,  y no le importaría conocer a alguien similar, capaz de imponerse a un hombre, y dar a conocer su opinión, y tomar la iniciativa cuando fuese necesario.

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