63. COSA DE MAGIA

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Dee-Dee abrió los ojos a un bosque. Era cosa de magia, puesto que un instante antes estaban dentro de la cabaña.

El escocés, que notaba al tacto, fuerte y duro, la tomó de los hombros y la examinó detenidamente.

—¿Estás entera? Te ves de una pieza.

Ella se palpó el cuerpo.

—No noto que me falte nada. Hasta llevo aún la mochila.

—Esto es magnífico. Significa que puede viajar más de una persona. —Lo vio sonreír como un tonto, pero lejos de afearlo, le hizo parecer más atractivo.

—¿Y ahora qué? —preguntó Dee-Dee mirando alrededor.

—Ahora, vayamos a la aldea. Connor, Janick y Roberta estarán preocupados.

—¿Quiénes son Connor y Janick?

—Connor es el laird del clan MacCunn, y Janick... —soltó una carcajada—. Quizás lo de Janick debiera contártelo tu prima. ¿Qué tal te llevas con ella?

Dee-Dee lo pensó un instante. ¿Cuál era su relación con Roberta?

—Solo nos hemos visto en un par de ocasiones, realmente no es mi prima hermana. Su abuela es hermana de mi abuelo, así que somos parientes lejanos.

Caminaron por el bosque durante un buen rato, en silencio, menos mal que llevaba calzado deportivo, porque menudo terreno para deambular.

—Esto me parece una locura —intervino Dee-Dee, mientras seguía el paso regular del grandullón, que aparentaba caminar sobre asfalto—. Te estoy siguiendo el rollo y todavía espero que me des un zasca.

El escocés se volvió a mirarla.

—¿Qué es un zasca?

—Cuando te dan corte.

—Un corte, ¿un tajo con una daga o con una espada?

Dee-Dee soltó una carcajada.

—Ese es otro tipo de corte. Un zasca es... una respuesta brusca que te calla la boca y te deja a cuadros.

—A cuadros... —repitió él pensativo—. Me tengo por hombre inteligente y culto, pero no entiendo la forma que tienes de hablar.

Malcolm se lo estaba pasando bien, no se divertía tanto desde hacía mucho tiempo, y menos con una mujer, y sin que el sexo estuviera involucrado. En el lecho, con una mujer, lo pasaba realmente bien.

—Me gustaría hablar así, pero me temo que no estamos tan avanzados.

—Tranquilo, esto va por generación. La gente más mayor nunca entiende a los más jóvenes.

—Tú eres joven.

—Aun así, ya soy anticuada para la nueva generación. Los niños de mi época son todos muy listos, dominan las nuevas tecnologías. Son unos privilegiados. —La chica hizo una pausa y prosiguió—. Mírame a mí, incluso mi gaélico es patético.

—Tu gaélico es muy bueno. Y no sé qué tan mayor serás, pero aparentas ser una niña. —Malcolm la comparó con Roberta, tan alta como Dee-Dee era diminuta, era una muchachita de cabello corto y con cara de duende.

—Mi gaélico es terrible —añadió y soltó una carcajada.

Después de unos minutos, llegaron a la linde del bosque, y por fin, a las cercanías de la aldea.

—Mira, ese es mi hogar. El sitio donde nací.


Janick se estaba adiestrando en el patio junto a otros soldados. Roberta estaba cerca, practicando con una de las mujeres, Rosslyn, a la que le faltaba un diente, pero que era muy diestra lanzando la daga.

Brendan Sinclair todavía andaba por el clan, enseñaba a defenderse a la otra mujer, Mariam, con la que él mismo había compartido el lecho en el pasado.

Entonces vio a Roberta ponerse tensa y mirar a lo lejos, él se volvió a ver qué le había llamado la atención. Malcolm subía la ladera acompañado de un chiquillo. De pronto vio a su mujercita correr al encuentro de su amigo y, llegando a su altura, propinarle tremendo puñetazo en la cara.

Si le hubiera golpeado a él, no le habría sorprendido más.

—Qué demonios... —masculló confuso, envainó su espada y bajó trotando a interceder entre ambos, porque ella estaba increpando a su amigo.

—¡Maldito estúpido! —es lo que alcanzó a escuchar cuando llegó a su lado. De pronto, Roberta miró al chiquillo y se quedó callada—. ¿Dee? —preguntó con incredulidad.

—Hola, prima —saludó el muchacho, que resultó ser una mujer, y que iba vestida de una forma muy muy rara.

Las chicas se apartaron a un lado para hablar, y él se encaró con su amigo.

—Debería rajarte la garganta. Me dejaste esperando. Estábamos preocupados por ti, grandísimo asno.

Malcolm levantó las manos en gesto de disculpa.

—Llegué al otro lado y acabé golpeado por un enorme carromato que no sé ni qué nombre tiene. Entonces, la conocí a ella y luego me desmayé.

Ciertamente, lucía un enorme morado a un lado de la cara.

—En cuanto desperté, volví. Pero ella... Dos pueden viajar si van juntos.

Janick se relajó y comprendió que la situación se le había escapado de las manos a su amigo.

—Connor exigirá una explicación, ¿qué le vas a decir?

—¿La verdad?

—Roberta y yo tratamos de contarle la verdad, no sé si nos creyó o nos tomó por lunáticos.

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