Janick abandonó la choza bastante alterado. No estaba acostumbrado a tratar con mujeres, y no sabía qué hacer con ésta. No sabía si hubiera preferido que la dama fuese delicada y débil o de armas tomar como Roberta. Si hasta su nombre tenía un deje autoritario.
El viaje a caballo había resultado agotador, pensaba que no se podía morir de deseo, pero el caso es que la deseaba. Sobre todo después de haberla tenido frotándose contra su masculinidad. Hasta el más santo hubiera ardido de deseo.
Durante las primeras horas de viaje, mientras la observaba atentamente, no dejaba de repetirse que ella iba a ser su esposa. Se sentía igual que siempre, un poco menos ilusionado que cuando adquiría un nuevo caballo o una nueva espada. Y cuando ella se volvía para mirarlo a la cara, como si notase que no le quitaba los ojos de encima, él trataba de reprimir la sonrisa.
Ja. Esta mujer le hacía sonreir por tonterías como una mirada acusatoria.Y después, para una vez que tenía un detalle caballeroso, como era llevarla en su montura y abrigarla con su manto...era así como se lo recompensaba, moviéndose y bregando más que un saco de pulgas.
De veras que había estado en un tris de arrearle con la empuñadura de la daga a ver si la dejaba fuera de combate. Pero su mujercita, finalmente encontró la postura adecuada y se entregó a un placentero sueño.
En su lucha interna por recuperar al viejo Janick y perder de vista al Janick babeante, la dejó de mala manera en el lecho. Y ahora le decía que iba a dormir afuera y ella le miraba como si la hubiera ofendido. Mujeres.
¿Acaso prefería que la poseyera esa noche, sobre ese estrecho catre?
Necesitaba urgentemente un baño en las frías aguas del lago.
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Guerreras
General FictionRoberta vive en una época que no le corresponde. Ha dejado atrás todo lo que conoce para adentrarse en una realidad desconocida. ¿Cómo logrará salir adelante cuando ni siquiera en esta época las mujeres tienen libertad para decidir?