93 UN MANJAR DE DIOSES

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No se había dado cuenta de que tenía hambre hasta que se llevó un trozo de queso a la boca. Era un manjar de dioses, estaba segura de que éste era un trato privilegiado por parte de Gavin, dudaba de que su tío le proporcionara algo distinto al pan mohoso y al agua corrompida.

Pero como bien había dicho el guerrero del cabello plateado, debía permanecer fuerte. No sabía cuánto tiempo más estaría cautiva o cuándo se le iba a presentar la oportunidad de escapar.

Janick llegó a las tierras de los McTavish, seguramente su laird ya lo sabría desde el momento en que pusieron un pie en ese lado del límite fronterizo. Este clan era de los más alejados, muy cercano a las Lowlands.

Un nutrido grupo de guerreros McTavish les salieron al encuentro, Janick, que iba a la cabeza de sus soldados, levantó la mano para detener la marcha.

Todos los guerreros MacCunn llevaron su mano más diestra al pomo de sus espadas.

—No queremos problemas, todavía —avisó mirando a sus propios hombres que desistieron de su postura ofensiva pero siguieron alerta.

—¿Qué os trae por estas tierras? —inquirió uno de ellos.

—Quiero ver a tu laird, tiene algo que me pertenece.

En realidad, y en contra de toda la tradición, su esposa no era de su propiedad, pero sus vecinos no iban a entender esa idea que él había comprendido al conocer a su dama del futuro.

—¿Qué asunto queréis tratar?

—Tu señor me está esperando. Sabe que recibiría mi visita en cualquier momento.

Sin estar muy convencido aún, el guerrero de mayor rango le indicó que lo siguiera. De este modo, los soldados MacCunn fueron guiados hasta la fortaleza de los McTavish.

Robbie estaba medio adormilada cuando oyó el ruido de pasos enérgicos al otro lado de la puerta del calabozo. Se puso en pie intuyendo que podría tratarse de su tío, no quería ofrecer una postura que la hiciera parecer desvalida.

—Mi querido tío haciéndome una visita en mis humildes aposentos. ¿Qué se te ofrece?

No debería hablarle así, pero le podía la boca, en este momento, encadenada a la pared, era la única libertad de la que todavía podía disfrutar.

Él se detuvo a un par de metros y se puso las manos en las caderas.

—Veo que la educación brilla por su ausencia. Esos Connelly siempre fueron unos piojosos muertos de hambre.

Robbie guardó silencio, una cosa era llevar la voz cantante y otra, responder a una provocación. Bostezó y mantuvo la postura impasible.

—¿Te aburro?

—No. Al contrario, me estimulan tus amables palabras. Jamás nadie me dio semejante elogio de mi familia.

—Supongo que has tenido tiempo para pensar.

Acortó la distancia, parecía relajado y eso la envalentonó.

—¿Acaso crees que llevo el anillo encima?

Su tío soltó una sonora carcajada que le puso la carne de gallina, resonando en esa estancia cavernosa.

—Hice que uno de mis guardias te registrara muy a fondo mientras estabas inconsciente.

Aquella información la enfureció, no le gustó que alguien la hubiera toqueteado cuando ella se encontraba fuera de combate. Cerró las manos en puños para dominar su enfado, sabía que exteriorizar su enojo no le iba a servir de nada, solo sería un estímulo más para que su tío siguiera aguijoneándola.

—Si quieres que te traiga el anillo tendrás que liberarme, nadie sabe dónde está escondido más que yo.

—Le darás la ubicación a uno de mis hombres y él irá a buscarlo.

Robbie soltó una carcajada involuntaria que hizo que a su tío le latiera una minúscula vena en la sien. La miró con los dientes apretados, como si se estuviera conteniendo.

—Si crees que los MacCunn van a dejar que un McTavish entre en una de las alcobas del castillo, es que además de un loco, eres un tonto.

Un fuerte y rápido puño se hundió en su estómago y la hizo doblarse en dos y jadear por un poco de aire. Cayó de rodillas sujetándose el abdomen mientas las lágrimas anegaban sus ojos que parecían querer salirse de sus cuencas. Todo pensamiento coherente quedó colapsado por el dolor insoportable que estaba sintiendo en ese momento.

Sintió que la jalaban del cabello con una fuerza brutal que la hizo inclinar la cabeza hacia arriba a pesar de que estaba medio derrumbada en el suelo.

—Volveremos a vernos las caras, y la próxima vez será peor —fue lo último que escuchó antes de recibir un fuerte golpe en un lado de la cabeza que la hizo caer de bruces y quedar inconsciente al instante.

—Maldita mocosa —murmuró enfadado el laird mientras se sacudía la ropa y salía de aquel lugar maloliente.

Esta Connelly era difícil de manejar, pero iba a conseguir el anillo aunque tuviera que acabar con ella. Solo sería otro Connelly muerto que acabaría enterrado en una zanja.

Gavin vio al laird salir de la mazmorra y se temió lo peor. No sabía qué podía querer de la muchacha pero se estaba tomando demasiadas molestias para lograrlo.

Una vez que su señor se alejó lo suficiente, bajó a comprobar que todo estuviera en orden. Ni siquiera había guardias custodiando a la prisionera, lo que le dio qué pensar y le puso la piel de gallina.

Apenas se vislumbraba el interior de la celda de modo que buscó un candil y prendió la mecha con la antorcha de la pared que arrojaba una luz mortecina.

Al entrar la vio desmadejada en el suelo, se arrodilló a su lado y la volvió bocarriba. Su piel estaba pálida, fría y pegajosa, y su respiración era entrecortada a pesar de estar inconsciente.

No estaba dispuesto a permitir semejante brutalidad a una persona inocente e indefensa. La tomó en brazos y la sacó de aquel apestoso y lúgubre lugar. Iba a devolverla al lugar al que pertenecía, aunque él pereciera en el intento, ya fuese a manos de Janick o cualquiera de los MacCunn, ya fuese por orden de su señor como castigo por su traición.


NOTA DE LA AUTORA

Queridas lectoras y lectores (si es que hay alguno por ahí)

Esta historia está llegando a su fin, son pocos lo capítulos que van quedando.

Este camino que inicié en solitario y que estoy terminando rodeada de tantos seguidores, está pidiendo un broche final.

No se puede extender más la historia y desvirtuar el argumento original, aunque me gustaría ofreceros más y mejor. Pero va siendo hora de terminarla de la manera más adecuada.

Agradezco vuestra confianza y paciencia, e intentaré no defraudaros con los capítulos que están por llegar, en los que estoy trabajando a fondo.

Un saludo y gracias.

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