51. CÁLIDA Y SONROJADA

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Al día siguiente, después de haber descansado, Janick ya se sentía con fuerzas para adiestrarse. Estaba un poco rígido, pero nada que un poco de ejercicio no borrara.

—¿Estás seguro?

—Claro que estoy seguro, soy un guerrero.

Se calzó las botas y besó en los labios a su mujercita, cálida y sonrojada.

—Tienes un buen tajo en la espalda, al menos podrías esperar a que cicatrice.

Janick le dedicó un gruñido. No estaba acostumbrado a tener a alguien pendiente de su bienestar.

—Aye, mujer. Tendré cuidado. —Y entonces salió de la alcoba con el anillo a buen recaudo en su morral.

Una vez en el pasillo, volvió a cuestionarse la decisión, ¿y si debía dejar que ella decidiera? A lo mejor, del lugar de donde ella venía, las mujeres tomaban sus propias decisiones y decidían sobre su futuro. Esa noche, se lo diría por la noche, después de haberla saciado a conciencia. Un recuerdo para ambos.

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