Al día siguiente, después de haber descansado, Janick ya se sentía con fuerzas para adiestrarse. Estaba un poco rígido, pero nada que un poco de ejercicio no borrara.
—¿Estás seguro?
—Claro que estoy seguro, soy un guerrero.
Se calzó las botas y besó en los labios a su mujercita, cálida y sonrojada.
—Tienes un buen tajo en la espalda, al menos podrías esperar a que cicatrice.
Janick le dedicó un gruñido. No estaba acostumbrado a tener a alguien pendiente de su bienestar.
—Aye, mujer. Tendré cuidado. —Y entonces salió de la alcoba con el anillo a buen recaudo en su morral.
Una vez en el pasillo, volvió a cuestionarse la decisión, ¿y si debía dejar que ella decidiera? A lo mejor, del lugar de donde ella venía, las mujeres tomaban sus propias decisiones y decidían sobre su futuro. Esa noche, se lo diría por la noche, después de haberla saciado a conciencia. Un recuerdo para ambos.
ESTÁS LEYENDO
Guerreras
Ficción GeneralRoberta vive en una época que no le corresponde. Ha dejado atrás todo lo que conoce para adentrarse en una realidad desconocida. ¿Cómo logrará salir adelante cuando ni siquiera en esta época las mujeres tienen libertad para decidir?