19. HOJARASCA CON OLOR A PODRIDO

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Aturdida, abrió los ojos. No habían pasado más de unos segundos, ni siquiera había llegado a perder el conocimiento, pero se dio cuenta al instante de que ya no estaba en el mullido sofá. En su lugar, estaba acostada sobre un lecho de hojarasca con olor a podrido.

-Mierda -masculló cuando trató de incorporarse y un mareo de campeonato la hizo volver a tumbarse.

En horizontal, parecía que el entorno no danzaba a su alrededor, aun así cerró los ojos un instante, pero era todavía peor porque parecía como si estuviese en una montaña rusa.

Con la mente en blanco, sobre todo para borrar de su imaginación un viaje vertiginoso cabeza abajo, consiguió relajarse lo suficiente como para que se atenuase esa sensación mareante.

-Joder, ¿dónde estoy?

Logró ponerse en pie y miró alrededor, se encontraba casi en la linde del bosque, llevaba el pantalón del pijama y los gruesos calcetines de andar por casa. Hacía frío y, el suelo estaba húmedo y helado.

Si estaba soñando, era un sueño muy realista, era la primera vez que percibía frío y dolor, porque dio un gritito cuandose se clavó la arista de una piedra en la planta del pie.

La siguiente opción es que hubiera caminado dormida, aunque no tenía un historial de sonambulismo, sí de hablar en sueños.
De todos modos, siempre había una primera vez para todo. Pero no recordaba siquiera haberse ido a la cama, se visualizó a sí misma en el sofá con el anillo en la mano que...

Se dio cuenta de que tenía la mano izquierda cerrada en un puño, hasta ese momento ni se había percatado. La abrió y halló el anillo en su interior.

¿Dormirse con el anillo firmemente sujeto? También era la primera vez, cuando caía en los brazos de Morfeo, siempre dejaba de aferrar lo que fuese que tuviera en las manos: libro, bolígrafo, teléfono...

-Estoy desvariando -se dijo ajustándose el enorme anillo en el pulgar.

Salió a la linde del bosque y la siguió durante unos minutos en una dirección, desanduvo sus pasos y caminó en sentido contrario.

-Joder -gimió tratando de entrar en calor, por arriba llevaba una vieja sudadera con capucha que hacía las funciones de bata de casa, y debajo tenía puesta una camiseta tamaño XXL con el logotipo de una marca de detergente.

Tenía las manos heladas pero la frialdad en los pies era lo más desesperante, como si caminase sobre la nieve, casi ni sentía los dedos.

Deambuló, cada vez mas asustada, no sabía qué tan tarde era, no llevaba reloj y no tenía ni idea de cómo calcular la hora. Ella no estaba hecha para la vida salvaje, a pesar que de pequeña había disfrutado de la vida silvestre del campo.

Con los hombros encogidos, la cabeza gacha cubierta por la capucha y las manos hundidas en los bolsillos, Robbie decidió que estaba perdida en el bosque.

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