28. LA PIEL DE GALLINA

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Robbie abrió los ojos y, por un momento, no supo dónde se encontraba. Ah, ya, con Janick MacCunn.

El súbito reconocimiento le puso la piel de gallina. Miró discretamente a su alrededor y comprobó que estaba sola en la cabaña.

Se sentó en el catre frente al fuego del hogar que era abundante, sin duda, gracias al gigante escocés.

Esta noche se había librado pero imaginaba que la suerte no iba a acompañarla siempre. El hombre era muy atractivo, lo admitía, le calentaba la sangre, pero no se veía entrando en preliminares con él. Nunca había sido mujer del "aquí te pillo aquí te mato". Había tenido pocas relaciones sexuales y siempre después de un tiempo de haberse conocido.

-Roberta.

Esa voz grave y rotunda la sobresaltó y se giró alterada. Ver a Janick ocupando todo el vano de la puerta le envió un escalofrío a lo largo de la columna vertebral. ¿O era frío?

Pero la había llamado por su nombre...

-Vamos al castillo, tienes que comer.

La agarró de la mano y tiró para ponerla en pie, y pretendía que saliese descalza al exterior.

-Espera que me ponga los zapatos.

Agitó la mano hasta que se soltó del agarre y se sentó de nuevo en el catre a calzarse... Aunque eso no podía llamarse "zapato"

Estaba segura de que con las herramientas adecuadas sería capaz de elaborarse algo más cómodo. Con las herramientas adecuadas y un buen tutorial de youtube.

Caminar con semejante instrumento de tortura era imposible, y al final del día tenía los pies destrozados.

Ahora era remolcada por Janick que tiraba de ella cuesta arriba. Solo veía su espalda ancha y recta, cubierta con su camisa y el tartán. Este hombre parecía no tener frío, y ella siempre estaba helada. Tal vez tuviera que añadir un poco de grasa a su cuerpo enjuto.

-¿Te gusta la cabaña? -preguntó Janick volviendo la cara para mirarla.

-No.

Era la verdad, no iba a andarse con rodeos para ocultar lo evidente.

-¿Por qué?

-Es fría, no es cómoda y la cama es pequeña. -Janick se detuvo y la miró con un extraño brillo en los ojos. Robbie se percató de su desacertado comentario-. Digo, que ese catre es tan estrecho que no me he podido mover en toda la noche.

Janick le soltó la mano y se la puso en la mejilla. Robbie la notó callosa y enorme sobre su rostro, aquel era un gesto extraño en ese hombre bruto.

-Connor nos ha cedido una alcoba en el castillo.

¿Parecía feliz, esperanzado? Incluso ella se dejó seducir por esa inesperada sonrisa. Pero al instante lo pensó y su rostro se volvió adusto. Ese gigante estaba hablándole de intimidad, y ella pensaba en comodidad y confort.

-Mm, eso sería estupendo -adujo con una repentina timidez.

Entonces Janick la besó.

Cuando se separaron unos segundos después, ninguno de los dos supo qué había ocurrido.

La separación fue lenta, Janick no sabía qué lo había llevado a besarla, pero tal vez fuese ese rubor que había vislumbrado en su rostro un momento antes.

Su boca le supo deliciosa, y la perspectiva de yacer con ella le calentó la sangre.

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