5. UN BAÑO DE REALIDAD

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Janick abrió los ojos, y por primera vez en su vida, no supo dónde estaba. Había participado en numerosas batallas; dormido en bosques, posadas y establos, y jamás se había encontrado desorientado como ahora.

Fue a incorporarse y un fuerte mareó lo tumbó nuevamente ¿en la mesa? Tanteó el lecho de madera y comprobó que, efectivamente era una mesa, luego reconoció el gran salón de los MacFergus.

Intentó incorporarse de nuevo y la enorme mano de Malcolm lo obligó a permanecer acostado.

-Deja que me levante -guñó, sintiéndose vulnerable de ese modo. Apartó la mano de su compañero y finalmente logró sentarse

La cabeza le daba vueltas como nunca le había sucedido, pero esperó allí sentado a que cada cosa ocupara su lugar.

_-¿Cuánto tiempo he estado fuera de combate?

-Bah -respondió Malcolm haciendo un gesto de descarte.- Apenas toda la noche.

-¿Qué?

Bajó de la mesa y comprobó que se mantenía estable sobre sus dos piernas. Se miró el torso y vio que le habían hecho un extraño vendaje.

-Pues eso. Caiste al suelo como un tronco llevándote contigo a esa criatura.

-¿Qué criatura?

-La muchacha alta.

Caminó de lado a lado por el salón, no quedaba nadie excepto Malcolm. Debía ser muy tarde o demasiado temprano, y se sentía tan destrozado como despues de una batalla.

-¿Dónde está todo el mundo?

-Se fueron a la cama despues de que nos ocuparamos de ti. -Sonrió burlón.- Esa muchachita tiene unas manos prodigiosas.

Despues de insistir, finalmente supo lo que había ocurrido mientras él estaba desmayado sobre una mesa. Según le contaba Malcolm, esa muchacha larguirucha se había visto obligada a hacerse cargo de la herida. Ella, que precisamente era la culpable de que terminase maniatado y con un corte en el cuello.

* * *

Liam jamás admitiría que sentía predilección por Roberta. Desde que había llegado a la aldea, le había parecido todo un misterio y mucho más madura que las otras mujeres del clan de su misma edad. Decía que tenía veinticinco años pero aparentaba diecinueve, como una de sus hermanas.

Su padre, sin embargo, se sentía sobrepasado por las circunstancias, arguyendo que tenía revolucionado el frente femenino del clan. Era extranjera, eso estaba claro. Al llegar allí apenas comprendía lo que se le hablaba en gaélico, y con el inglés tampoco es que le fuese mucho mejor. Tal vez, su idioma natal fuese el francés, pero hasta que no llegase el padre Flanagan, que era el único que tenía alguna idea, no podrían saberlo con certeza. Y ni aun eso, no creía que ese acento fuese francés.

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