39. ADIESTRAMIENTO

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A lo largo de la siguiente semana, entrenó dos veces por día. Aquí le llamaban adiestramiento. No lo hacía tan mal, suponía, pero sus movimientos parecían coordinados, aunque un poco lentos en comparación con los demás guerreros.

Janick se sorprendió cuando la vio aparecer con pantalones, calzas las llamó él.

—Pareces un duendecillo con ese atuendo. No sé cómo me dejé engañar aquella vez.

Robbie sonrió, estaba segura de que no fue un error de apreciación, ella había parecido un muchacho, porque había engañado a más de uno.

El adiestramiento fue bastante duro, nada que ver con lo que hizo allá en el otro clan. Después de la primera sesión, los músculos de sus brazos clamaban por un descanso.

Janick se acercó a ella, había estado observando cómo ella seguía las instrucciones de uno de los otros guerreros. Un chico llamado Niall, que parecía ser el más joven, aunque era bastante más alto que ella, sin llegar a la gigantez de Janick.

—¿Qué tal tus brazos?

Le masajeó los antebrazos y los bíceps, él no parecía darse cuenta, pero los demás lo miraban con asombro.

—Estoy bien, solo necesito un respiro y estoy lista.

—Mi guerrera valiente —beso—, debes aprender a dosificar tus fuerzas —beso. Y los que estaban allí congregados tenían los ojos tan abiertos que se les iba a salir de sus órbitas—. Será mejor que descanses esta tarde, mañana reanudarás el adiestramiento.

—Pero tú dijiste que dos veces al día.

—Lo sé, pero no importa —beso—. Lo estás haciendo muy bien. —Beso, enmarcándole el rostro con sus grandes manos—. Pronto dominarás la técnica.

Los siguientes días fueron igual de duros, pero ya sabía qué podía esperar. Amanecía con ganas de iniciar el adiestramiento, después de pasar la noche con el inagotable escocés. Al menos hacían el amor una vez cada noche, y luego dormía cómodamente entre sus brazos hasta el amanecer.

Varios días después de aquella primera sesión, Janick observó que su muchacha comenzaba a florecer, se le daba muy bien manejar la espada. Había elegido para ella un arma más liviana y desde entonces la utilizaba con soltura.

Esta vez se estaba ejercitando con Brian, junto con Niall, de los guerreros más jóvenes del clan.

—¿Cómo va la lección? —le preguntó Connor colocándose a su lado.

—Aprende rápido.

—¿Cuándo la desposarás? Se espera pronto al padre Flanagan.

Janick no respondió de inmediato, sabía que su laird no lo iba a comprender, ni él mismo lo hacía, de modo que se ahorraría las explicaciones.

—No me casaré con la muchacha.

—La deshonrarás.

—Ya está deshonrada —admitió, luego se corrigió. Ella venía de otro lugar, allí las mujeres elegían su destino—. No está deshonrada. Ella me ha aceptado como pareja, pero no quiere unirse en matrimonio y yo lo he aceptado.

Connor se volvió a mirar a su amigo. Desde luego, éste no parecía ser el mismo hombre que había salido del clan semanas atrás. Esa muchacha larguirucha debía ser una hechicera porque había cambiado el brusco y tosco carácter de su guerrero más temible.

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