Despertó y le dolían todos los huesos, giró en la cama en busca de una postura más cómoda pero parecía que durmiera sobre un saco de piedras.
Abrió los ojos de golpe y miró alrededor.
-Oh, mierda -gimió.
Se cubrió los ojos con el antebrazo. No era un sueño, seguía atrapada en aquella pesadilla. Un grupo de lunáticos que se creían que vivían en la edad media. Puff.
A pesar de la incomodidad del colchón, estaba cerca del hogar y resultaba confortable, a parte de que le llegaba un agradable tufillo a comida que hizo que le gruñeran las tripas.
-Hola.
-¿Cedric?
El chiquillo estaba sentado cerca de ella, y entonces fue consciente del primitivo vendaje en su mano.
-¿Esto lo has hecho tú?
El muchacho asintió en silencio, sin atreverse a atribuirse de palabra el trabajo, sobre todo después de que esa chica tan alta hubiera salido huyendo.
-Pues muchas gracias.
Robbie se incorporó y localizó a la anciana que estaba un poco alejada, sentada en una robusta mecedora. Y fumaba en pipa mientras se balanceaba.
Después de un par de tazones de humeante y sabrosa sopa, se arropó con un chal de lana y se asomó al exterior.
Afuera reinaba la oscuridad más absoluta y olía al humo de las candelas. Miró al cielo, pensativa, otra opción es que aquello fuese una especie de campamento donde la gente iba a pasar un tiempo viviendo como sus ancestros.
Porque esto era más lógico que aceptar lo inaceptable, eso que rondaba su mente. Lo que no podía ser de ninguna manera.
Y finalmente hubo de rendirse a lo evidente, que de alguna manera había viajado en el tiempo. Y después de algunas noches en vela, dedujo que el anillo Bradach la había llevado hasta allí. Aquel que su abuela no quiso que tocase cuando era pequeña.
Y ella lo había perdido a manos de esos sucios MacKenzie
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Guerreras
General FictionRoberta vive en una época que no le corresponde. Ha dejado atrás todo lo que conoce para adentrarse en una realidad desconocida. ¿Cómo logrará salir adelante cuando ni siquiera en esta época las mujeres tienen libertad para decidir?