Moral

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Lucas caminaba inquieto dentro de las cuatro paredes que componían su habitación, esperando la llegada de dos invitados. La noche anterior había tenido dificultad para conciliar el sueño, y el día antes de ese, simplemente escogió escuchar sus pensamientos en lugar de regalarle a su cuerpo un descanso.

Cronológicamente, esta narración comienza dos días después del último capítulo publicado. Si el lector se pregunta el motivo, he aquí la respuesta: durante ese periodo de tiempo no ocurrió ningún hecho relevante en la vida de estos personajes que pudiese ser un aporte a la historia.

Dado lo recién explicado, nos hallamos en el nublado jueves diecinueve de marzo de mil novecientos veinticinco, es decir, solo un día antes de la abrumadora llegada a Chile del expresidente Arturo Alessandri Palma, quien hacía menos de un año, había optado por el auto exilio.

El presidente Alessandri, acorralado por diferentes problemáticas sociales y políticas que amenazaban con un golpe de estado, decidió renunciar al cargo, mas su dimisión fue denegada y solo se le otorgó un permiso para ausentarse del país; pocos días después de su salida, el congreso fue disuelto un once de septiembre de mil novecientos veinticuatro. Todos estos eventos parecían no haber afectado demasiado la vida de Lucas, sin embargo, para su hermano mayor fueron detonantes importantes de su destino.

La llegada de Arturo Alessandri tiene como contexto fuertes disputas políticas en el país. Al golpe de estado que le obligó a salir de la presidencia, le sucedió otro que permitió su regreso. La noticia de su vuelta a Chile llenó de regocijo a los habitantes, prueba de ello fue que aproximadamente doscientas mil personas le dieron la bienvenida en la Estación Central. Mas tal y como se narrará un poco más adelante, dentro de esta historia hay quienes no participaron de los vítores dados al exmandatario, y temieron por el desequilibrio que su llegada podría causar; el futuro del ya amenazado régimen parlamentario tambaleaba en un limbo impredecible.

Sin prestar atención a los próximos acontecimientos políticos y sociales, Lucas esperaba por sus compañeros de clase, Juan de Dios y Agustín Ramírez, para poder poner fin al ya muy mencionado trabajo en grupo del cual participaban. Puntualmente llegaron ambos convenidos a las siete con treinta minutos.

—Muy buenas tardes —profirieron los invitados al cruzar la puerta.

Doña María Esther hallábase en la entrada examinando con cuidado a los compañeros de su hijo. Al ver ingresar primero a Juan no pudo contener su decepción, pues supo notar la pobreza escrita en sus vestimentas. Aun así, ese mal sentimiento fue totalmente olvidado al admirar con cuidado al hombre alto, rubio y de aspecto prolijo, que claramente pertenecía a alguna cúspide social.

<<Un mozo así sería bueno para la Luisita... se ve mayor, pero no importa si mi niña tiene ya quince años, pronto no habrá duda de que es una mujer hecha y derecha. Espero que ese joven se fije en ella, sería mi sueño que un hombre así pidiese su mano, porque aparte de buen mozo se nota muy bien educado>>.

Por poco esperable que fuera, la mujer saludó a los dos jóvenes con igual educación, y les agradeció por ser cercanos a su único hijo varón. En cambio, la hermana menor de Lucas, se limitó a saludar con sobriedad para luego hacer abandono de la sala y, concentrarse en el bordado que su madre le había ordenado terminar.

—Disculpen por demorar tanto con las presentaciones. Espero que recuperemos rápidamente el tiempo, caballeros —comentó Lucas al hacerlos pasar a su habitación.

—Solo fueron como diez o quince minutos, no te preocupes tanto. Además, fue interesante poder conocer a tu familia —contestó Agustín sentándose con atrevimiento en la única silla que había, a sabiendas de que Lucas querría utilizarla.

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