—No, no es eso, yo estoy bien. Mira, yo sí quiero que me consideres tu amigo, pero mis ojos no están así por lo que tú has dicho, ¿se entiende lo que digo? —Agustín trataba de explicar lo que él mismo no comprendía a un joven que recién comenzaba a conocer. Le ganaba el miedo al rechazo y las palabras se le escapaban cada vez que creía haber encontrado una excusa.
Lucas en tanto le miraba sin haberse hecho un juicio sobre la situación, pues al contrario de lo que su imagen seria expresaba en su forma de actuar y vestir, era un joven que deseaba todo menos hacer frente a cualquier tipo de conflicto, siempre y cuando estuviese la oportunidad de huir o disculparse, la tomaría sin dudar ni un segundo. Aunque esto para él no era ni un poco cercano a poseer una voluntad débil, él creía que su resolución de no causar problemas era de hecho su fortaleza.
—Entonces, ¿qué le...? —el invitado estuvo a punto de tratarlo de "usted", pero se corrigió a tiempo—. ¿Qué te ocurre entonces?
—Son las flores que ha dejado mi madre en ese jarrón —Se apresuró a decir el rubio—. Cada vez que estoy cerca se me llenan los ojos de lágrimas, pero ella las colocó porque quería que la casa estuviese linda, ¿cómo podría yo quitarlas si fueron puestas con tan buena intención? Además, ¿me vas a negar que se ven bellas en el jarrón blanco, siendo tan rojas y puestas justo delante de la pared gris? Es una combinación armoniosa —quien había puesto las plantas con mucho cuidado en el lugar, era él mismo. Seguro buscaba que alguien elogiara su trabajo a la vez que conseguía cambiar el tema.
Por supuesto Agustín no poseía ningún tipo de alergia, solo lo dijo por ser incapaz de pensar en una excusa mejor.
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<<El jarrón no era totalmente blanco, los bordes de arriba y abajo eran gris oscuro; mientras que las flores no eran tampoco rojas enteras, pues su tallo verde oscuro era lo que las mantenía vivas, no debió haber sido ignorado; si lo pienso bien, la pared tampoco era toda gris, porque las sombras sobre ella se veían infinitamente más oscuras>>.
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—Sí, supongo que están lindas allí, le da algo de color a todo. Disculpa por haber pensado que estabas llorando, espero que no pienses mal de mí por esta equivocación —Lucas sacó con cuidado el libro "Teoría de los sentimientos morales", un cuaderno desgastado y un lápiz de mina de su bolso—. Supongo que deberíamos comenzar ¿no?
<<No quiero, odio leer libros cuando debo leerlos. Sinceramente pensé que tú ibas a hacer casi todo>>, pensó Agustín.
—Claro, comencemos, es lo que debemos hacer... ¿Qué habrá sido de los demás? Ya van a ser las siete —replicó el otro con mal fingido entusiasmo mientras buscaba una hoja y lápiz en su escritorio.
Como los dos personajes estaban en una habitación cuya puerta se mantenía cerrada desde la entrada de Lucas, ambos no podrían haber sabido que dos de los tres compañeros restantes del grupo habían ingresado hacía ya tiempo a la casa, gracias a Julián, uno de los hermanos menores de Agustín, que molestado por el golpeteo en la entrada terminó haciéndoles pasar.
"¿Por qué entonces no entraron nunca a la habitación?" Es una excelente pregunta que el lector podría plantearse, pregunta que solo puede ser respondida por un narrador capaz de ver y escuchar lo que la mente de esos dos personajes de nombres irrelevantes pensaron y lo que sus bocas más tarde profirieron.
Para hacer la narración más entretenida, le pediré al lector que se imagine a sí mismo parado frente a una gran puerta de gruesa madera, de entre cuyas pequeñas aberturas naturales se escapan los murmullos del interior de la habitación que resguarda.
—¿Eso no es un poco cruel? —dijo la voz distorsionada de Agustín.
—¿Lo que acabo de... —Parecía ser la voz de Lucas, pero seguro giró la cabeza mientras hablaba, porque no se alcanzó a entender lo demás.
Hubo una breve pausa convertida en indescifrables murmullos, pero una parte llegó a ser lo suficientemente nítida como para comprenderse.
—Yo después del otro día ya te veía como amigo y todo —debe ser que Agustín estaba de frente a la puerta, mientras que Lucas le daba la espalda al umbral.
Al siguiente segundo el sonido nuevamente se hubo perdido, mas entre las palabras inconexas, ellos claramente alcanzaron a oír el sollozo de alguien, que por lo grave de la voz, no era atribuible a Lucas.
Los dos espectadores secretos de esta conversación formulaban cada uno sus conclusiones sin atreverse a ingresar e interrumpir la discusión. Si bien uno de ellos pensó que Lucas quizás había cometido un error que desató el conflicto, el otro que ya llevaba más de un año conociendo a Agustín, recordó "ese rumor" del que siempre hablaban las malas lenguas en las reuniones sociales cuando el rubio decidía faltar.
<<¿Cómo el Agustín va a andar llorando? Si no es nada niñita... Pucha, capaz que lo que me contaron la otra vez sea verdad... Soy yo el problema que ando escuchando conversaciones ajenas. Igual, eso que han estado diciendo me haría sentido si en serio llora, no quiero creer que es poco hombre, pero...>>.
Mas, antes de completar ese "pero", decidió hacer callar su mente y se avergonzó de sí mismo al reconocer que quizás solo estaba celoso de la popularidad y suerte de su compañero.
—Parece que llegamos en mal momento, bueno, igual partir con el trabajo el primer día es un poco exagerado, ¿no? ¿Nos vamos mejor? —preguntó en voz baja uno de los chicos al otro.
—No podemos ser así, ya dijimos que íbamos a venir —contestó su interlocutor tentado con la propuesta, pero atado a su moralidad.
—Bueno, tú entra. Yo me voy a virar* para allá no más... —dijo dándose la vuelta.
Mientras tanto, Agustín sentado en el piso observaba admirado la facilidad con la cual Lucas comprendía el texto a estudiar, porque no solo lo leía para sí mismo, sino que también se encargaba de explicarle a él con gran cuidado; convirtiendo en suyas las palabras de los escritos, y descifrándolas con éxito para asegurar la comprensión de quien podía estar menos atento. Como si de un milagro se tratase, Agustín realmente estaba entendiendo la materia, sin saber el problema que se estaba gestando gracias a sus compañeros ausentes.
Los rumores, el cahuín**, y las malas intenciones, pueden convertirse en armas si no se saben enfrentar. Lo que no se detiene continúa creciendo hasta convertirse en algo totalmente diferente de lo que originalmente fue. En estos casos, y en un país tan grande pero con tan escasa población, como lo fue nuestro Chile, escapar de ellos era una posibilidad lejana y encararlos un peligro abrumador.
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* "Virar" en este caso se usa de forma coloquial para decir que se retirará rápidamente de un lugar.
** "Cahuín" se usa en la narración para referirse a un comentario malintencionado.
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AVISO
Hola, muy buenas tarde, noches o días. Muchas gracias por haberte tomado el tiempo de leer, pongo este pequeño aviso para comunicar que cada viernes, sin falta se publicará un nuevo capítulo^-^
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Nosotros [COMPLETA]
RomanceLucas es un joven con muy mala suerte; Agustín, un hombre demasiado afortunado. Ambos solo tienen en común estar estudiando la misma carrera en la misma universidad, o al menos, eso es lo que desean creer... Chile en los años veinte fue un constante...