Solo nuestras

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—¿Sabes? Cuando miro este escritorio, Lucas, siento como si pudiera verte frente a él...

—¿Es por eso que te has robado mi silla?

—No, solo creí que querrías usarla, y que te molestaría no poder hacerlo.

—¿Tienes pensado levantarte de ahí en algún momento?

—Si lo hiciera, ¿dónde me podría sentar?

—No me mires así, definitivamente no te dejaría sentarte en esta cama. Sería... poco educado de tu parte.

—Hace solo un momento me pediste que olvidara mis modales.

—Entonces recuérdalos, no te será difícil.

—No lo sería, pero me temo que de recuperarlos, verías pronto mi silueta desvanecerse por ese umbral.

—Poco ha de ser lo que te importan las palabras ajenas cuando no te convienen...

—Tú has sido el que me ha incitado a comportarme así en primer lugar, ¿tanto te molesta que me siente a tu lado?

—No me molesta, eso es lo que menos me podría molestar...

—¿Qué cosas te molestan?

—Me molesta lo irracional que es a veces la mente.

—¿Te refieres a los momentos en que los pensamientos se unen con hilos de sentires, en lugar de hilos de razón?

—¡Exacto! Cuando dentro del pensamiento hay mil capas, y cada una contradice a la anterior.

—Ya veo, como cuando estás consiente de aquello que deseas, pero el solo imaginarlo mancha de arrepentimiento la idea.

—O cuando, por ejemplo, los recuerdos contradicen al tiempo.

—Recuerdo que cuando era niño odiaba el manjar, pero a los veinte me enteré de que solía encantarme. Era solo que una vez comí mucho a escondidas, y ya no me gustó más...

—Recuerdo a mi padre enfermo hablando con Pedro y... recuerdo jugar con un muchacho, dentro de una habitación cuyos cimientos estaban erigidos sobre lágrimas de sangre. Pero ya no sé si son recuerdos, o sueños difusos guardados en una máquina diseñada para olvidar.

—A veces olvido cosas, a veces me gusta olvidar. Soy feliz cuando olvido que tengo padre, madre, hermanos y un nombre asociado a una identidad, cuando solo recuerdo...

—¿Cuándo solo recuerdas?

—Cuando solo recuerdo a la persona que quiero siempre recordar...

—A mí no me gusta olvidar, pero lo hago con frecuencia, ahora mismo estoy olvidando aunque no quiera. Las palabras exactas que han escapado de tus labios, tu voz, y respiración ya se refugian bajo una densa capa de niebla, de imaginario...

—¿Quieres recordar todas mis palabras?

—Todas. Me encantaría poder retenerlas por tanto me fuera posible.

—¿Por qué?

—A veces me olvido de cosas, detalles como la ropa que usaste mañana y el saludo que me regalarás ayer.

—Te olvidas de mí, y también del tiempo...

—Y eso es lo que más temo.

—Cuando hablas pareciera que necesitas desesperadamente acumular recuerdos, en lugar de apreciar cosas como este momento.

—Desde hace un año que me atemoriza ver a la gente que quiero reducida en mi mente a un par de difusas imágenes sin movimiento.

—¿Temes no verme más? No poder estar cerca mío, ¿te haría sentir mal?

—A veces me olvido de cosas que no quiero olvidar... A veces me olvido del tiempo, y de cómo el espacio genera un lugar.

—A mí esas cosas me gusta olvidarlas, así cuando estoy escuchándote no me distrae la realidad.

—Siento que incluso ahora no hay nada, solo nuestro diálogo. Siento que todo lo demás es tan solo el eco de nuestras voces hablando.

—¿Cómo si una nueva dimensión se construyera en base a nuestras palabras?

—Como si el universo al oírnos se transformara en el blanco más cálido, en la oscuridad más anhelada.

—¿Cómo si en esta escena no hubiese un escenario?

—De ser esto una novela, o un texto dramático, ninguna acotación osaría manchar de tinta estas planas.

—Serían solo nuestras.

—Solo nuestras.

— Lucas, ¿y si esto no fuera un escrito?

—El mundo entero vería sobre qué está puesta mi mirada.

—¿Verían entonces el temblor de tus manos?

—Verían el temblor de mi mente peleando.

—¿Verían tu rostro encarnado?

—Verían desde adentro la sangre que mueve mi corazón y el sabor de la vida olvidando.

—¿Y yo? ¿Me vería?

—Sabes bien que has sido lo primero que he nombrado.

—¿Se verían tus ojos?

—Se verían brillantes tus labios hablando.

—¿Y mi marcha?

—No, eso con certeza permanecería oculto, olvidado...

—¿No recuerdas despedidas?

—Esas siempre me gusta olvidarlas.

—Pero algunas tendrás que recordar...

—¡Esta no! Contaminaría de adioses tu silueta junto a mí sentada, y destruiría la imagen tuya riendo en mi escritorio al comprender que en ti se posaba mi mirada.

—Yo sí la voy a recordar, porque así luego encontraré felicidad en la idea de que al menos por este día, no querías que me fuera. Hallaré refugio en esas manos que tiemblan tan cerca, pero que no pude por cobarde alcanzar, y me sabré castigar al recordar que fui yo el primero en levantarse y salir por la puerta.

—Entonces te irás. Supongo que aunque aquí no exista, el tiempo de fuera te llama, te pide quebrar la ficción y retornar a la realidad.

—El tic-tac puede ser hipnótico para quienes queremos escapar.

—¡La culpa la tienen esas casas, las calles, y esta época! ¡Este mundo atiborrado de relojes, vomita tiempo hasta en el olvido!

—Si me lo pides, no me iré. Me quedaré junto a ti, y me olvidaré totalmente del apuro que llama tras la puerta, y del miedo que a veces forma estas paredes.

—¿Mis manos aún tiemblan?

—También lo hace tu alma.

—¿Sigo fijando en ti mi mirada?

—Las diez y diez, es tiempo de que me vaya.

—¿Por qué no usas barba?

—Porque no quería recordar en mi cuerpo que los años nos calan.

—Deberías usarla, te quedaría bien...

—Tantas cosas imaginarias quedarían bien antes de una despedida...

—Nos vemos ayer.

—Nos veo mañana.











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