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―No me parece correcto, Fernanda... ―contestó Juan con desánimo.

<<Me encantaría hacerlo>>, pensó contradiciendo sus palabras.

―¿Qué otra cosa podemos hacer? Vas a trabajar la vida entera ahí, y nunca vas a juntar dinero suficiente ―ella pronunció la oración sabiendo que heriría a su interlocutor.

Juan miró a su hermana pequeña jugando, luego, se quedó un par de segundos mirando la cama vacía donde alguna vez durmió su madre... la única cama, la cama que ahora usaban él y la niña.

―El patrón me prometió que...

―¡¿De nuevo con lo mismo?! ¡¿Cuántas veces no te ha prometido que te cambiarán de sección, que te pagarán más, que te vas a poder ir?! ¡Todos los meses sale con una propuesta nueva que no se cumple nunca! ―Fernanda se arrepintió de subir el tono de voz―. ¿Voy a tener que esperar a que tú también tengas un accidente para que aceptes que debes salir de ahí?

<<El chico tiene vida sobre la camisa blanca, no llora y tampoco grita, tiene la mano bajo la guillotina de los moldes. El brazo se lo apretó con la zurda desesperado, pero eso fue antes de que llegase el temor y el desmayo. Ha dejado su sangre en la navaja, el piso, su cara y la mía... al chico no le aplicaron suficiente presión en la herida; el chico ya no llora más, y sus ojos verde agua se difuminan en la luz artificial de una que otra memoria... el niño no se mueve ni grita y nunca más lo hará, el médico no lo salvó, tampoco lo hizo el hospital que sin querer lo enfermó más... el niño no se distrajo, el niño tenía sueño y sed por no hacer más que trabajar, por creer que en la ciudad iba a estar a salvo del patrón del campo que violó a la hermana. El chico era uno que era muchos, uno más que descansa siempre porque nadie paró el río desenfrenado de su ambición mientras aún pedía ayuda...>>. No quería recordar la imagen... no quería recordar tampoco los ojos de Lucas inmutables, ¿habrá sido que no sentía o que su amigo sentía tanto que no se le notaba? Si Lucas estaba condenado, ¿qué derecho tendría él para escaparse?

―No, nada va a ocurrirme. Acepto lo que propone, pero hay algo que...

―Es Lucas, ¿no es así?

―Sí, ¿no existirá una manera en que él también pueda irse? ―los ojos en el suelo, se le notaban las ojeras comiéndole la mirada. La niña lo observaba sin que se diera cuenta.

―Si vamos a ayudar a Lucas, no podemos dejar aparte a Agustín. No he podido casi verlo en todo este tiempo, y eso que se supone que puede recibir visitas...

―Sospecho que tenía usted esto en mente desde el comienzo ―Juan se acercó para tomarle la mano.

―Espero que me lo perdones ―sonrió―. Tendremos que hablar con don Elio una vez que estén los preparativos.

―Eso no supondrá un problema. Lucas, por otro lado... él tendrá que convencer a Agustín, ya que nosotros no podemos hablarle, ¿cree que querrá recibir ayuda nuestra?

―No me importa lo que quiera. A mí me tendrá que decir que sí ―sentenció ella.

No, definitivamente lo que harían no era algo apegado a la moral, pero Juan recordó las palabras que alguna vez Agustín había pronunciado con respecto a los valores, y se convenció de que debía obedecer a las ideas de Fernanda; después de todo, era cierto que el dinero que había conseguido ahorrar era sumamente escaso. Pero de todas formas, aunque lo necesitasen y aunque Fernanda estuviese así de enojada con Benedicto, lo que harían no le parecía bien.

Santiago, diciembre 10 de 1926

Para mi querido Agustín:

Me alegra mucho que estés feliz de haber leído mi carta, de verdad. Pensé que tardarías más en contestar, recibir tan pronta respuesta fue una grata sorpresa, es por eso que me he dispuesto a escribir inmediatamente después de terminado mi día laboral.

Nosotros [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora