Siempre deambuló por todos lados, nada de lo que tuvo se quedó con él demasiado. Si adquiría algo, al rato de ello se deshacía, tentado más por el dinero que eso podría proporcionarle que por el placer de conservar la propiedad. De niño le dijeron que sería buen comerciante, aunque sus profesores desmentían el hecho, creían que era muy inquieto, mal estudiante, uno de esos chicos que no llega a nada sin el respaldo de sus padres. Se reveló a edad temprana, pero no robó nunca a nadie; se escapaba de la casa para ir a tertulias con amigos de la escuela, se escondía para leer las novelas que los maestros no recomendaban, y las matemáticas encantaban su mente como ninguna otra cosa.
―Es que acá no importa el idioma ―decía―. Con esto puedes hablar con cualquiera.
Cuando el mundo a su alrededor comenzó a cambiar, cuando hubo sangre en las vísperas del siglo nuevo, él vio con sus ojos de lo que la humanidad es capaz, pero no se decepcionó, solo comprendió que no debía esperanzarse cuando mirara la paz.
Se casó joven, eso es verdad, era casi niño o al menos así lo sentía. Creyó ver una pared, un freno en la vida que se había planeado con tanto esmero, sin embargo, eso no importaba, sus padres estaban contentos y era su deber como cristiano. Pero él cuando pronunció los votos en la iglesia no sabía ni siquiera si creía en algún Dios... Claro que sí rezó luego porque sus hijos crecieran sanos mientras él no renunciaba a su gusto por el trabajo, mientras viajaba de lado a lado buscando cómo deshacerse de lo adquirido, buscando cómo ser libre si en el mundo estaba encerrado.
El dinero nunca le faltó, jugaba incluso a quedarse con poco para encontrar formas de reponerlo luego sabiendo que nunca nada le faltaría, confiando además de su capacidad, en su suerte. Rezó también al enfermarse su esposa y hacer frente a esos dos chiquillos ya crecidos, réplicas de él en físico, pero tan distintos en todo lo demás.
Comunicarse con ellos en el luto fue difícil, con el paso del tiempo la brecha no hizo más que aumentar. Refugióse en el trabajo una vez más y gozó de la libertad que tanto ansiaba. El amor que sentía por aquellos niños le nublaba la razón de vez en vez, cuando gastaba de más en juguetes y golosinas, cuando ahorraba todo lo que podía pensando en que ellos luego pudieran necesitar alguna cosa, por tonta que fuera.
Y los años pasaron sin que nada cambiara, tenía hijos que conocía sin conocer, hijos que se casaban por conveniencia igual que él, hijos que vivían vidas como la suya, pero con elecciones totalmente diferentes. Entonces llegó Agustín, el primer nieto, el más dulce y tierno, el más carismático, el único que lo miraba con curiosidad y respeto. Lo consintió cuanto pudo y solo cuando el muchacho fue creciendo notó que había dentro del chico algo distinto que a su hijo sacaba de quicio. ¡Pero qué lindo era Agustín, con su voz dulce y sus cajas de caramelos que de pronto se hicieron tabaco! ¿Cómo podía Benedicto golpearlo? ¡¿Y qué si sacaba malas notas?, el joven pensaba por sí mismo, eso era todo lo que tenía que importar!
Se arrodilló en la iglesia frente al cuerpo momificado de un santo, se arrodilló y rogó sin parar por un día entero. Pedía porque el nieto no estuviera enfermo, pedía porque nada le pasara al más tierno de sus niños, pero ni Dios ni el santo le respondieron... no dejó ni una vela después de hacer en vano la manda.
Si compraba, sacaba ganancias de lo adquirido, si compraba, era por seguro que iba a vender a un precio mucho más caro. Así una fábrica de calzado era buena inversión para dejar dinero suficiente a sus hijos después de quitarle lo demás, y el resto, sería todo para Agustín, para que Agustín y su compañero pudieran irse lejos y vivir como él había vivido. Le agradaba Lucas, un chico que no era impulsivo a menos que se le presionara más de la cuenta, un "cabro bien leído" que no abandonaría a su nieto, porque valía más para el joven el honor que la ganancia.
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Nosotros [COMPLETA]
RomanceLucas es un joven con muy mala suerte; Agustín, un hombre demasiado afortunado. Ambos solo tienen en común estar estudiando la misma carrera en la misma universidad, o al menos, eso es lo que desean creer... Chile en los años veinte fue un constante...