"La expresión más pura y tierna que son las artes, ese sabor metálico que tiene tanta dulzura como ardor ¡ah! ¡Si tan solo pudiera yo explicarlo! Colores desbordados brillantes en los ojos, colores escuchados, que mueven cada capa de nuestra piel. No son únicamente el punto en movimiento que es la imagen pintada, ni la turbación hermosa de la música en las carnes más ocultas del alma, son también a veces las palabras bien hiladas, y la satisfacción de las historias extrañas y crueles que siempre, pese a todo, son humanas...".
El anciano se abrió paso entre ambos cerrando con cuidado la puerta. Había cierta marcialidad en sus movimientos, que aparecía como un resabio dentro de su serenidad. Con sus pisadas silenciosas, la gracia de sus bien medidas acciones, y su porte, crecía en él una inmortal juventud, únicamente quebrantada por los años vivos en su rostro, y esos ojos que cada tanto, se envejecían con épocas que aún no había llegado a vivir.
―¿Ninguno me va a contestar acaso? ―continuó.
―Tata, él es Lucas ―se ruborizó sabiendo que caería en la primera mentira―. El amigo cuyas cartas me has entregado.
Probablemente, hubo un mínimo cambio de expresión en el rostro del abuelo cuando Lucas, en completo silencio, estiraba hacia él su mano derecha en un desconfiado intento de saludo.
―Lo sé ―le dijo a su nieto, para luego corresponder la cortesía, estirando su mano hacia Lucas―. ¿Cuántos años tiene usted, joven?
―Veinticuatro ―contestó con voz seca y tono bien cuidado.
―A los veinticuatro años se sabe ya lo que está bien y lo que está mal, ¿me equivoco? ―se tomó un momento para analizar el miedo en las facciones de Lucas, no deseaba molestarlo, pero sí comprenderle―. Hoy ha cometido un delito, ¿pretende usted que tanto Fernanda, como mi nieto y yo, le cubramos?
<<¿Cómo he de saber lo que es bueno o malo cuando ya a otro hombre he matado? ¡¿Cómo?! ¡Dígamelo por favor! ¡Dígame que lo que he hecho es un pecado, que me hundiré en el infierno por la sangre que queda en estas manos! ¡¿No puede alguien hacerme sentir la culpabilidad natural de estos casos?! Usted que me parece tan sabio... ¡HÁGAME COMPRENDER QUE ESTOY EQUIVOCADO! ¡Por favor, recuérdeme que sigo siendo, a pesar de todo, humano!>>. Pensó Lucas en un momento tan corto que no dio tiempo a sus facciones de reflejar el horror que acosaba a su alma.
EL joven pelinegro miró a cada uno de sus hablantes y como rendido frente a la situación que le obligaba a permanecer cuerdo, contestó:
―No ―y la fuerza que reflejaron sus palabras fue similar a la empleada con el vecino fallecido―. Yo no pretendo nada, tanto usted como los demás pueden hacer lo que estimen conveniente con mi destino, mas espero que sepa, que opondré resistencia si intentan apresarme, porque por desgracia, a mis veinticuatro años de edad, no conozco nada sobre el bien y el mal.
―Usted, un hombre que quizás solo hoy dejó de ser niño ¿Cree ser capaz de cuidar al enfermo que tiene parado tras de sí?
Agustín confundido y enrabiado, abrió la boca para contestar, pero su invitado no le dio tiempo de formular oración alguna.
―No. Como le he dicho, no hay nada que yo tenga en mente en este momento ―un sutil vistazo al costado―. Sé que quiero sacar a Agustín de esta casa, para alejarlo del hijo que usted crio, y así disfrutar sin mesura de su compañía. También sé, que yo soy el que quiere escapar de este mundo monótono que es Santiago, anhelo ver más, sin embargo, no soy capaz de motivarme a mí mismo para hacerlo solo. Ya lo mencionó usted, he dejado de ser niño hace muy poco, y temo que requiero de un guía que me evite desperdiciar por miedo esta vida.
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Nosotros [COMPLETA]
RomanceLucas es un joven con muy mala suerte; Agustín, un hombre demasiado afortunado. Ambos solo tienen en común estar estudiando la misma carrera en la misma universidad, o al menos, eso es lo que desean creer... Chile en los años veinte fue un constante...