Las palmas tenían el contorno de sus uñas marcadas en la piel. Una suave e indolora línea roja tras otra, en total cuatro, perfectamente desalineadas. Si es que hubo soñado algo, no habría sido en absoluto placentero.
―Últimamente he estado pensando mucho en animitas* ―dijo David mirando por la ventana, sus ojos se teñían del gris lejano en el cielo, y se aclaraban levemente.
A contraluz, su hermana distinguió que partes de su cabello habían discretamente comenzado a perder color, mas este pensamiento se lo guardó.
―¿Animitas?
―Sí, no puedo quitármelas de la cabeza, creo que las ando viendo en todas partes...
Fernanda miró curiosa los ojos de su hermano, esperando encontrar en ellos una respuesta, la acción fue infructífera. Al verlos tan apagados por las nubes, sintió un escalofrío, se lo imaginó muerto.
―Es como si me persiguieran. Las veo en los caminos, en las plazas... en los rostros de la gente, hasta en mi propia cara. Me hace pensar que algo va a pasar pronto ―metió una de sus manos al bolsillo, sin perder concentración de los eventos que ocurrían en el cielo―. Fer, no me quiero ir de acá.
<<Cuando éramos chicos siempre decía cosas parecidas cuando...>>.
―Estás nervioso no más, te apuesto a que todavía no le dices nada al Agustín. Debe ser tu consciencia la que te llama ―respondió ella tratando de bajarle el perfil, cariñosamente, a la imagen que las palabras del otro hilaban.
<<Morados los labios, grises los ojos, las manos cerradas, la piel blanca, muy blanca, la ropa recién planchada... no le toman foto, yo lo fotografío con la mirada>>.
David se molestó por la respuesta de su hermana, puede que por eso su tono de voz haya sonado más brusco de lo que originalmente él pretendía.
―Ya sabe.
La joven hizo caso omiso a la molestia de su interlocutor. Más de veinte años juntos prácticamente todos los días, volvían algunos aspectos de la comunicación innecesarios.
―¡¿Le contaste ya?!
―No, pero ya sabe. Tengo la certeza... cuando hablamos me pide con una melodía oculta en su voz que hable, pero a mí no me salen las palabras.
<<"Entonces, ¿vamos a ser hermanos?", "Sí, no te voy a dejar nunca solo, ni a ti ni a la Fernanda">>, recordó.
―Se va a alegrar cuando le digas, porque va a significar que confías en él. No pierdas más el tiempo, hazlo hoy ―dijo poniéndole una mano sobre el hombro. David miró brevemente la muestra de apoyo y volvió a las nubes.
<<No se ve la cordillera... por esta tarde, las nubes son montaña. Una pared grande que no se puede escalar, pero que igual encierra, una pared de niebla>>, pensó.
―Tuve un sueño raro a la hora de la siesta ―comentó casi sin separar los labios, olvidando por completo el tema de la conversación. Fernanda calló para dejarlo continuar―. Soñé con un telegrama que le llegaba al Tío Benedicto, y se enojaba... después las vías de un tren, pero no era acá, era más lejos... las vías del tren temblando y unos zapatos con la suela gastada. Mis propios ojos tristes, pero dentro sin lágrimas, como grises, como que no fueran míos ya... un hotel bien bonito, una ciudad, un pájaro al que le llegaba una piedra y caía vivo en la tierra, y los niños riendo lo dejaban agonizar, el pájaro miraba las nubes, como llamándolas.
Don Toribio era un hombre grande, corpulento, con un pésimo gusto a la hora de vestir. Mas ni su mal gusto ni el sobrepeso que sufría le acomplejaban en absoluto, o eso se deducía al verle lucir orgulloso apretados ropajes con la corbata, permanentemente, amenazando con cortarle por completo la circulación del cuello. Cada vez que Benedicto iba a verle, sentía la misma necesidad imperiosa de apretar o soltar el nudo que el hombre llevaba en la garganta. En ocasiones, le parecía más apropiada una opción que otra, pero nunca llegaba a ejecutar la ansiada acción, no se muerde a la mano que da de comer, aunque lo haga de forma indirecta.
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Nosotros [COMPLETA]
RomansaLucas es un joven con muy mala suerte; Agustín, un hombre demasiado afortunado. Ambos solo tienen en común estar estudiando la misma carrera en la misma universidad, o al menos, eso es lo que desean creer... Chile en los años veinte fue un constante...