Capítulo 65 "El entrometido"

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Era el último día de colegio antes de las vacaciones de Navidad, así que pude levantarme más tarde. Todos los días organizaban un mercadillo solidario en el que los alumnos de primero y segundo vendían cosas de segunda mano. Algunas no estaban mal, pero la gran mayoría no merecían la pena. Sin embargo, conseguían convencer a los más pequeños para comprar, aunque fuese un muñeco sin cabeza, sólo por ser la primera clase que más dinero gane, pero bueno, mientras que el dinero se destinase a alguna ONG…

Recuerdo que me cuando era pequeña, una chica de 13 años insistió en que me comprara un peine inútil, y yo por no hacerle el feo, me gasté diez céntimos en un trozo de plástico. Al llegar a casa, me di cuenta de la estupidez que acababa de hacer, pero bueno, era pequeña, aún no tenía el cerebro desarrollado.

Me levanté pesadamente y me dirigí al baño para ducharme.

Esta semana se había pasado muy rápido, sólo habíamos estado haciendo los preparatorios para el mercadillo, como dibujar pancartas y organiza lo que iba a ser vendido, así que me gustaron las clases. Como ya dije, estaba mucho más integrada que el año pasado, así que me lo pasaba genial con mis amigos. Laia seguía siendo mi mejor amiga, aunque ahora se había teñido el pelo de un color rosa chillón y se le veía muy diferente.

Pablo seguía igual, tratando de recuperar nuestra amistad, pero es que no me veía capaz de volver a ser su amiga. Le perdoné, pero no me encontraba a gusto con él, seguía habiendo mucha tensión, y eso hacía que perdiese los nervios muchas veces. Al igual que Rubius y Mangel me ayudaron a controlar mi ira, había personas que hacían lo contrario, como Pablo.

Salí de la ducha y me vestí con una sudadera de Mickey Mouse, unos vaqueros y unas botas negras.

Desayuné, cogí mis cosas y salí junto con mi madre para ir al coche. Las temperaturas habían bajado mucho, así que refería no ir andando para no convertirme en un muñeco de nieve andante.

—Pásatelo bien. —me dijo mi madre mientras le daba un beso. Le guiñé el ojo y salí del coche.

De lejos divisé a Jeremy. Estaba hablando con un par de chicos, así que no me vio. Yo no me acerqué a él, pues quería asegurarme de que mi madre se había ido. No, mis padres no sabían nada de que estaba saliendo con Jeremías, pensaba que aún era muy pronto como para decírselo.

Entré rápidamente por la puerta metálica y me dirigí hacia donde estaban Laia y otras chicas. Las saludé y comenzamos a hablar mientras que terminábamos de dar los últimos retoques a la decoración.

Justo cuando Sheyla, una de las que estaba con nosotras, estaba contando cómo consiguió evitar salir con un chico, noté que unos brazos me rodeaban la cintura.

Me giré bruscamente dispuesta a echarle la bronca a quien quiera que me hubiese cogido, pero el enfado se desvaneció al ver quién era: Jeremy. Aunque tampoco tenía muchas ganas de hablar con él…

—¡Hola! —me saludó sonriente.                            

—¡Heey! —exclamé en su mismo tono. Le di un abrazo y me separé de él. —Bueno, ¿qué te parece el mercadillo?

—Pues está bastante bien, oye. —respondió mientras miraba las decoraciones. Básicamente eran aguinaldos y regalos, pero algo es algo. —En mi antiguo instituto no se hacía nada. Es más, la gente quedaba para fumar. —hizo un gesto de desagrado. —No sé cómo, pero siempre conseguía escaquearme.

—Pero si el otro día me ofreciste fumar, ¿has tenido alguna mala experiencia o qué? —pregunté alzando una ceja.

—Pues la verdad es que sí… La última vez que fumé flipé tanto que llegué a ver unicornios. —bromeó.

La revolución (ElRubiusOMG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora