Me dieron el alta un día después. Me curaron las heridas y lo del tobillo, no era un esguince, sino una pequeña torcedura, lo único que tenía que hacer era no correr. Mis padres quisieron quedarse conmigo toda la noche, pero estaban muy cansados, así que Rubius y Mangel se ofrecieron a dormir en el hospital. Al principio mis padres dudaron, pero los conseguí convencer. Me quedé hasta tarde hablando con los youtubers de tonterías, hasta que caí rendida en la camilla.
En cuanto a Jeremías, no lo había visto desde su aviso. Mejor, me caía fatal.
Ahora eran las cinco de la tarde y estaba lloviendo.
-¿Pero ehto que eh'?-exclamó Mangel con su acento.
Me reí. Mi padre miró raro a Miguel y después a mí. Fruncí el ceño, pero luego lo entendí; antes de conocer a los youtubers, siempre decía eso cuando algo me resultaba extraño, imitándolos.
Me encogí de hombros y sonreí a mi padre.
-Hay un problema: no cabemos todos en el coche.-señaló mi madre.
Era cierto, mi coche era de cinco plazas, pero como Rubius y Mangel son tan altos...
-Yo creo que sí, si nos apretujamos mucho...-dudó Rubius.
Estuvimos un rato tratando de averiguar cómo meternos, y cuando lo conseguimos, estábamos empapados por la lluvia.
Mi padre conduciendo, Rubén de copiloto, y yo detrás con Mangel y mi madre. Estaba en medio y casi ni podía respirar, pero aguantaba.
Mi coche no era de esos enormes, era un Peugeot 205...
Estuvimos todo el trayecto sin hablar, pues nos encontrábamos incómodos, tanto por la posición como por la compañía.
Miré a mi madre, quien estaba observando detalladamente a Rubius.
No penséis mal, sólo le estaba analizando, no es que le gustase, para nada.
Supuse que estaría pensando en cómo es, si me trata bien, etc.
Los youtubers les caían bien a mis padres, pero aún no había ninguna amistad entre ellos.
-Llegamos.-dijo mi padre, sacándome de mis pensamientos.
Miré por la ventanilla y fruncí el ceño; esa no era mi casa.
-Gracias, señor...
-No me llames señor, llámame Carlos.-dijo mi padre, interrumpiendo a Mangel.
-Vale, gracias, Carlos.-se despidió Mangel.-Adiós, Andrea, recupérate.
Nos dimos un abrazo y se fue a su casa.
-¡Mahe mío!-exclamó Rubius.
-¡Rubiuh!-gritó el otro, extendiendo los brazos.
El castaño salió del coche y corrió a abrazar a Mangel.
-¡Gracias, padres de Andrea, por traernos!-exclamó Rubius, pues estaba bastante lejos y no se le oía bien.-Me quedo con mi novio.
Le dio un beso en la mejilla al otro y este se rió.
-¡Adiós, chicos!-me despedí con la mano.
El coche arrancó de nuevo y nos dirigimos a mi casa, que estaba bastante lejos de la de Mangel.
-¿Son...?
-No, no son gays.-corté a mi madre, pues sabía lo que iba a preguntar.-Son retrasados, eso es lo que son.
Mi madre rió y miró por la ventana. Yo giré la cabeza, pues no quería que viese la sonrisa que tenía en mi cara.
De repente, recibí un mensaje de un desconocido, en el que ponía:
“Me gustaría quedar contigo..."¿Cómo? ¿Se habrían confundido?
Iba a escribir que se había equivocado de número cuando recibí otro mensaje.
“Ah, soy Jeremy:)"¡¿Qué?! ¿Cómo había conseguido ese tío mi número de teléfono? ¿Era un hacker o se lo había dado alguien?
<<Rubius y Mangel.>> sonó en mi cabeza.
Me cago en ellos. ¿Cómo se atrevían a darle mi número a un completo desconocido que, da la casualidad, me salvó la vida?
Me estaba enfadando mucho con ellos, e iba a llamarles para echarles la bronca, pero caí en algo: sabían que me caía mal, nunca me traicionarían.
<<Andrea, eres idiota, desconfías de tus amigos... Es normal que nadie te quiera.>> pensé.
Suspiré y cerré los ojos. Cuando los volví a abrir, ya habíamos llegado a casa.
Miré la pantalla de mi móvil y ahí seguía en mensaje.
Salí bruscamente del coche, pero me quede paralizada en la puerta; sentí un pinchazo horrible en el costado, y noté cómo la sangre palpitaba en mi cabeza.
Me mordí las mejillas por dentro para no gritar, hasta hacerme sangre.
Realmente no me podía mover, sentía como si mil agujas estuviesen tratando de entrar en mi piel para llegar al hueso.
Mis padres me vieron y corrieron a mí alarmados.
Cuando llegaron, me desplomé en el suelo. Noté como si me elevaran, pero después, todo se volvió negro.
****
Me desperté en una cama blanda. Mi cama.
-Por fin te has despertado.-dijo mi madre, sobresaltándome.
-¿Qué me ha pasado?-pregunté, aún sin querer moverme por si el dolor regresaba.
-Saliste demasiado rápido del coche, y al acelerarse tu corazón, te empezaron a doler las heridas.-respondió con pena.-Ya te dijo el doctor que tuvieses cuidado.
Cerré los ojos y noté la mano de mi progenitora acariciándome la cabeza.
-¿Cuánto llevo dormida?-pregunté, aún sin abrir los ojos.
-Poco, media hora.
Asentí con la cabeza.
Hubo un momento de silencio, interrumpido por mi padre, quien venía con una bandeja en la que yacía un vaso de agua, unas galletas y una pastilla.
-Hola, cariño.-saludó con una sonrisa.
Se agachó hasta estar a mi altura y puso la bandeja encima de mi cama.
Me senté y miré con odio la pastilla.
-Tómatela.-ordenó mi progenitor.
Bufé y cogí la pastilla. La observé un rato y me la metí en la boca. Cogí rápidamente el agua y empecé a beber como una loca. Después, me comí una galleta.
-Qué asco.-protesté.
Mis padres se rieron.
-Descansa, hija.-dijo mi progenitora.
Antes de que salieran de la habitación, recordé algo.
-Papá, mamá...-susurré.
Se dieron la vuelta y me miraron.
-Antes recibí un mensaje de Jeremías... ¿Le distéis vosotros mi número de teléfono?-pregunté.
Ellos se miraron incómodos mientras que yo esperaba una respuesta.
-Sí.-afirmaron a la vez.
-Está bien que salgas con los youtubers pero... queremos que también salgas con chicos de tu edad.-continuó mi madre.
Yo no dije nada. Se quedaron en la puerta esperando mi reacción, pero al ver que no iba a hacer nada, se fueron, cerrando la puerta.
En ese momento estaba muy cansada, ya me enfadaría con ellos más adelante...
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La revolución (ElRubiusOMG)
Fanfiction¿Nunca os habéis preguntado qué pasaría si Rubén Doblas Gundersen, más conocido como ElRubius, tuviese novia? ¿En cómo reaccionarían las fans hembras? ¿Se alegrarían por ellos o... prepararían un plan? Andrea, una chica de catorce años con un vacío...